No sé cómo ni por qué, hoy me vino a la mente el recuerdo de algo que me sucedió hace mucho, mucho tiempo. Para entonces, yo vivía en un pueblecito en la montaña llamado Las Planas de Vallvidrera. Para que se hagan una idea: está Barcelona, el Tibidabo y al otro lado de la montaña, Las Planas.
Pues bien, yo dormía en una habitación que estaba pintada de dos colores: la mitad de abajo de la pared era de un color verde pálido y la mitad de arriba de blanco. Pues bien:” Recuerdo que un día, no sé cómo ni por qué, no conseguía dormirme y yo tenía mis ojos pegados en esa fina línea que dividía la zona de la pared pintada de verde y la blanca pensando en mis cosas... Cuando, de repente, vi a alguien que saltaba por detrás de la pintura verde y me saludaba con la mano. A pesar de mi escasa edad, recuerdo que pensé que eso era imposible pero, pasado un rato volvió a aparecer la misma persona haciéndome señales. Entonces pensé que quizá me estaba pidiendo ayuda. Así que, ni corto ni perezoso, decidí averiguar por mí mismo si lo que veían mis ojos era cierto, si era un sueño o era producto de mi imaginación. Así que me levanté, cogí una silla, me subí en ella, trepé a la raya que dividía lo verde de lo blanco y salté al otro lado”.
En fin, lo que yo encontré allí es algo que iré contando en sucesivas Cartas al Director, pero tengo que adelantarles que fue algo extraordinario que me cambió la vida para siempre...
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