Perder el sentido de la vida es un factor a tener en cuenta a la hora de analizar las causas de los suicidios. “Existen familia tóxicas en las que el enfermo se considera una carga y la salud emocional ha quedado arrinconada durante meses” (Thais Tiana, psicóloga). “La pandemia también ha causado un agravamiento de conflictos familiares que desencadena el suicidio infantil, también se ha incrementado la violencia doméstica de la que muchos niños son espectadores y se han incrementado los abusos en la infancia” (Anna Plaza, psiquiatra).
Estos hechos que convergen con la pandemia hacen que los intentos de suicidio entre niños y adolescentes hayan aumentado un 25% durante el 2020. Según el Instituto Nacional de Estadística la cifra de 3.671 suicidios registrados durante el 2019 sea una cifra infra datada ya que en muchas ocasiones las defunciones registradas como accidentes realmente son suicidios. Lo cual podría multiplicar el número de casos por 2 o incluso por 3”. Otra epidemia añadida al Covid-19. Psicólogos y psiquiatras coinciden en definir esta época como la tempestad perfecta contra la salud mental.
No soy experto en salud mental. Por lo tanto no me corresponde inmiscuirme en el terreno de los profesionales de la salud. Si no me equivoco, sicólogos y psiquiatras tratan el suicidio desde la fisiología, es decir, de acuerdo a las leyes que actúan en los órganos y tejidos del cuerpo humano. Yo lo hago desde la perspectiva espiritual del ser humano que no es únicamente cuerpo. También es alma espiritual. El texto que trata del alma humana es la Biblia que es la revelación de Dios que siendo el Creador es quien conoce mejor la sique humana. Para decirlo de manera más clara la Biblia es el manual de instrucciones que el Creador ha dejado escrito para el perfecto funcionamiento de la máquina que es el hombre. Es comportarse como zoquetes adquirir enseres y no seguir las instrucciones que el fabricante incluye para el buen funcionamiento del objeto comprado. Nos comportamos como tarambanas al no al no seguir las instrucciones que el Creador ha dejado escritas para nuestro buen funcionamiento integral.
Una de las consecuencias de no seguir la normativa divina es que el alma que inicialmente era un frondoso vergel se convierte en un yermo, un lugar inhóspito. Si se vuelve a Él “el desierto se convierte en una balsa de agua y la tierra yerma en corrientes de agua” (Salmo 107: 35). No debe, pues, extrañarnos que el salmista escribiese: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmo 42: 1,2). El profeta Isaías dirigiéndose a una nación que como la nuestra que ha abandonado a Dios se ha convertido en un desierto. Nos hace esta invitación. “A todos los sedientos: Venid a las aguas…Inclinad vuestro oído, y venid a mí, oíd y vivirá vuestra alma…Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual es amplio en perdonar” (Isaías 55: 1, 3, 6, 7).
Los placeres del mundo aparentemente proporcionan felicidad. Lo que realmente hacen es convertir el alma en yermo, tierra agrietada por falta de agua. Los placeres mundanales no dan lo que prometen. Esta situación angustiosa en que se encuentran es la causante, en el tema que comentamos, de los suicidios de niños y adolescentes. El ocio nocturno con los botellones que le acompañan, realmente es agua salada. Cuanto más se bebe más marcita queda el alma. Dicha salubridad, en algunos casos conduce a los intentos de suicidio.
Jesús se dirige de Judea a Galilea, teniendo que atravesar Samaria. Cansado de la andadura se sienta a descansar junto al pozo de Jacob. A pesar de que Jesús es Dios, como hombre que también es tiene las necesidades de los hombres. El cuerpo le pide agua. Se acerca una mujer a buscar agua del pozo. Jesús le pide agua. Esta petición da principio a una conversación que pone al descubierto las necesidades espirituales de la mujer. A la hembra le extraña que un judío le pidiese agua porque judíos y samaritanos no se tratan. Jesús no vino a levantar muros de separación sino a derribar los que los hombres alzan. “Si conocieras el don de Dios, y quien es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías, y Él te daría agua viva” (v. 10). Extrañada la mujer le dice: “Señor no tienes con que sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?” (v.11).
Jesús va del agua del pozo al agua que es Él mismo: “Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, mas el que bebe del gua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que sale para vida eterna” (vv. 13, 14). A continuación Jesús le dice: Vé, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido, esto has dicho con verdad” (vv. 16-18). Con el conocimiento que Jesús tiene de la samaritana la mujer entiende que el hombre que tiene en frente es más que un hombre. Reconoce que Jesús es el Mesías prometido. Entonces la mujer deja el cántaro junto al pozo y salió corriendo hacia el pueblo para anunciar a sus vecinos el hallazgo (v.28).
El agua que suministran los pozos de este mundo no sacia la sed del alma. Los sedientos como la samaritana necesitan el agua viva que es Jesús que hace brotar del alma ríos de agua viva que da vida eterna. A quienes les pase por la cabeza quitarse la vida, antes de pasar a la acción, leed atentamente el capítulo cuatro del evangelio de Juan. Bien seguro que recuperaréis el sentido que tiene la vida. Quitártela no va a resolver tu problema porque la existencia no se extingue con la muerte física.
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