Desde que está en el poder el cateto, plagiador y embustero que habita en La Moncloa, en nuestra querida España no se gobierna al uso de la decencia, la responsabilidad y el patriotismo; se hace precisamente por las fronteras de la indecencia, la incompetencia y la traición a nuestros valores tradicionales. Solo hay que hacer memoria de estos dos últimos años para darse perfecta cuenta de que lo que acabo de señalar es una constante en cada momento, en cada ministerio y en cada una de las decisiones tomadas.
Si recordamos las promesas hechas por Sánchez antes de engañar a medio mundo, nos damos cuenta de que no convocó las prometidas elecciones, se alió con Iglesias, con Bildu, con los separatistas y puso al frente de la televisión a una anciana (Roja María Mateo) con carácter provisional (provisionalidad que duró 32 meses o lo que es igual: mil días para hacer “de las suyas”).
Colocó a Illa, a Simón, a Tezanos y muchos más para que también hicieran “de su capa un sayo” a medida del “jefe” Naturalmente hizo lo propio con Begoña, su compañera de viaje, aunque sin “luz y taquígrafos”. Y, para seguir colocando a sus gentes, nombró a 22 ministrosla mayoría bastante inútiles e innecesarios. Para satisfacer su odio y ansias de dictador, se fijó como prioritario profanar el cadáver de Franco, fijando él mismo el lugar donde debía ser enterrado, ignorando el derecho preferente de los familiares a tomar esa decisión.
Siguieron a esta, muchas fechorías más, como por ejemplo declarar el estado de alarma que después los tribunales (¡a buenas horas!) han declarado ilegal. Y, mientras tanto, los españoles que hemos soportado todos los incumplimientos, desprecios, decisiones contrarias al respeto debido y verdaderas persecuciones ¿qué hemos hecho? Pues “verlas venir”; “fastidiarnos” y “esperar que pase el temporal”. La realidad es que tenemos unas tragaderas más grandes que el universo y creemos ¡cándidos! que “otros” vendrán a resolvernos nuestros problemas. ¡Una verdadera pena!
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