Vamos a acabar hablando por señas o utilizando el lenguaje propio de los indios de las viejas películas del oeste.
Y es que ya no sabemos a donde vamos a llegar, o que actitud debemos tomar, ante los constantes atentados a la lengua de Cervantes. Los españoles somos “o Juan… o Juanillo”. Nos estamos dejando invadir por la “modernidad” y nos parece que el castellano es un idioma de segunda división. Entre los diversos idiomas de las algunas regiones españolas, donde estiman que hablar el español es una especie de incultura, el lenguaje sincopado de las redes o la exagerada invasión del “spanglish”, cada vez hablamos peor. Un caso concreto. Estoy impartiendo unos seminarios sobre el voluntariado en un colegio privado malagueño de una categoría excelente. (Alto standing, debería decir para estar a nivel). Se trata de niños de alrededor de 10 años. Desde que entro al aula solo escucho hablar en inglés. Caigo en el error de seguir la norma hasta que decido tirar de lo mejor de mi castellano para desintoxicar un poco el ambiente. Por otra parte me topo con el famoso lenguaje sexista que se encuentra perseguido, especialmente, por aquellos que viven de lo “políticamente correcto”. Tenemos que hacer grandes equilibrios para conseguir un lenguaje inclusivo que no moleste a ningún colectivo. ¡Chica tarea! Con la diversidad de géneros humanos (humanas y humanes) que están saliendo a la luz en estos tiempos, los que tenemos –y que nos gusta- usar las palabras más adecuadas, nos encontramos con dilemas trascendentales y tenemos que hacer juegos malabares para bordear el error y, finalmente, caemos en él. En menos de una semana he oído a dos comunicadores distintos hablar de “los profesionales y “las profesionalas” o los miembros y “las miembras”. Que por cierto, miembra está bien dicho, pero me parece una verdadera aberración lingüística. La buena noticia de hoy nace de la existencia de la Real Academia de la Lengua Española, el Instituto Cervantes y de académicos tales como Arturo Pérez Reverte que no tienen pelos en la lengua para denunciar constantemente estos atentados a nuestro idioma. Menos mal que nos quedan esos países hispanohablantes que aun conservan un español lleno de matices y de palabras que por esta vieja España están cayendo en desuso. Como ejemplo pongo una definición esclarecedora procedente de un país al otro lado del Atlántico: Este verano escuché hablar a un mejicano de donar “cobijas”. Tuve que tirar de diccionario para descubrir que hablaba de mantas o cobertores. “Pulpería”, “coger”, “boludo”, “macana” o “pileta”, son expresiones en español que apenas utilizamos. Por cierto investigando en el tema he descubierto una palabra procedente de El Salvador que sí que utilizamos en Málaga, “chacalaca” (una especie de chiquilicuatre). (Ellos dicen chachalaca).
Confieso mi incapacidad para que mi lenguaje coincida con mi lengua. Soy un andaluz cerrado lleno de ceceo y falto de eses para rematar los plurales, aspiro las haches y me como muchos matices. Intentaré mejorar. Pero procuro reflejar mi lengua adecuadamente en la escritura aunque me equivoque muchas veces. Ya he redactado más de un millar de artículos y, en diversas ocasiones, me han llamado la atención amigos que están al tanto y te sacan de tu error. No me da vergüenza el aceptarlo. Lo rectifico y aquí paz y después gloria. Pero por favor: hablemos bien, sin concesiones a lo políticamente correcto, que hablar bien no cuesta… tanto.
Así que, queridos niños y compañeros de los micrófonos, tengamos en cuenta que debemos conocer mejor nuestra lengua y mejorar nuestro lenguaje.
|