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Celo evangelizador

Se despierta cuando se es consciente de que la salvación es exclusivamente por la fe en Jesús
Octavi Pereña
martes, 7 de diciembre de 2021, 11:26 h (CET)

”Mira has sido sanado, no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”, (Juan 5: 14)


Joan Josep Omella, arzobispo de Barcelona, en su discurso inaugural como presidente de la Conferencia Episcopal Española, dijo cosas muy duras de la jerarquía católica sin llegar al fondo de la cuestión. Pidió perdón por las divisiones, incoherencias e “inconsistencias internas” y la corrupción “dentro de la Iglesia y de sus pastores que contribuyen no sin escándalo y falta de confianza en la jerarquía” de la Institución. Por esto “pido perdón”. Es necesario, dijo, afrontar cuestiones  como la falta de fe y la “corrupción” dentro de la  Iglesia “que nos duele mucho de verdad, y pedimos perdón a Dios, a las víctimas y a la sociedad, a la vez que trabajamos para su erradicación y prevención”.


Asimismo denuncia la “falta de testimonio e incoherencia” así como “las divisiones y la falta de pasión evangelizadora” de algunos miembros de la Iglesia. El arzobispo denuncia carencias en el seno de la Iglesia Católica pero lanza la pelota fuera a la hora de especificar como hacerlo para corregirlas. Cuando pide perdón a Dios lo hace de manera escurridiza que no creo sirva para que en los obispos se les despierte la pasión evangelizadora. En el escrito que publicó La Vanguardia el 16/11/2021no menciona para nada el Nombre de Cristo que debería ser la Cabeza suprema  y la Roca sobre la que se debería edificarse la Iglesia Católica.


Con la Biblia abierta sabemos que la decadencia del pueblo de Dios y en concreto la de la Iglesia Católica se debe a que no se obedece la Palabra de Dios que es de obligado cumplimiento. El arzobispo Omella menciona la falta de pasión evangelizadora. La pregunta que me hago es: ¿la posee él? Pienso que no. Conozco su pensamiento cristiano porque leo las glosas dominicales que escribe en La Vanguardia. Por el énfasis idolátrico que hace de María la madre de Jesús puedo asegurar que ignora  el sentido espiritual de los evangelios porque carece del Espíritu Santo que vivifica la letra de la Biblia.


El espíritu evangelizador se despierta en el momento que se acepta el concepto bíblico del hombre que se resume en la declaración: está muerto en sus delitos y pecados. En el hombre natural no hay nada que le motive a dar gloria a Dios. Mientras se crea que el bautismo y el resto de sacramentos tienen poder para dar vida espiritual a los muertos, el espíritu evangelizador no levantará cabeza.

Juan el Bautista, el precursor del Mesías atraía a mucha gente que acudía a él para ser bautizados “en el Jordán, confesando sus pecados. Y viendo que muchos fariseos” (que se consideraban justos) “y saduceos que venían a su bautismo, les dijo: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3: 6-8).


Jesús al inicio de su ministerio público “comenzó a predicar, y a decir: Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4: 17). El arrepentimiento a Dios es la base de la evangelización porque el anuncio del Evangelio se hace a personas espiritualmente enfermas. Jesús hace esta advertencia. “No he venido a buscar Justos sino pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9: 13). En el contexto inmediato de dicha declaración se encuentra la hipocresía de los fariseos que se consideraban ser personas justas porque creían que cumplían a rajatabla la Ley de Moisés. Jesús los desenmascara diciéndoles. “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a buscar justos, sino pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9: 12, 13).


El concepto católico de la salvación que no está basado sobre el arrepentimiento y el perdón del pecador por la fe en el Nombre de Jesús, sino sobre el supuesto poder que se atribuye la Iglesia Católica de perdonar pecados. A los moribundos se les hace creer que el aceite que se aplica en la extremaunción les borra los pecados cometidos y les abre la puerta a la gloria. En los funerales, la salpicadura del agua bendita sobre el ataúd   en que yace el muerto, aun cuando en vida hubiese sido un ladrón, un adúltero, un asesino, un mujeriego…allana el camino hacia el cielo. Esto no es Evangelio y no debe extrañarnos si en la clerecía católica se encuentra a faltar pasión por la evangelización.


Seguirá siendo así mientras la clerecía no crea que “Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). 


El celo evangelizador se despierta cuando se es consciente de que la salvación es exclusivamente por la fe en Jesús. Si no se es consciente de la gravedad que el pecado tiene ante los ojos de Dios es totalmente imposible apropiarse el mensaje que Jesús dijo a la Iglesia incipiente cuando iba a dejar este mundo para ascender y sentarse a la diestra del Padre: “Hacer discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28: 19, 20).

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