Leer al periodista José Mará Carrascal (que hoy 8 de diciembre cumple 91 años) es una de las delicias que proporciona sumergirse en las páginas de ABC. De Carrascal, siempre recibes una lección de política, de geografía, o de un sinfín de asuntos, con un lenguaje culto pero asequible a todas las sensibilidades y con un magisterio labrado durante muchos años y muchos lugares de trabajo.
Sus comienzos fueron variopintos porque estudió Filosofía y Letras, Náutica y más tarde se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo. Fue durante ocho años corresponsal en Alemania de los diarios Pueblo y Diario de Barcelona y otros diez años de corresponsal del diario Pueblo en Nueva York. Después de esa etapa, también en Nueva York, fue corresponsal del diario ABC, de Radio Televisión Española y de la cadena de radio Antena 3. En 1989 regresó a España donde ha presentado varios programas de televisión.
En la actualidad, desde su merecida jubilación, escribe artículos en ABC (sus “terceras” son extraordinarias) y no deja de estar presente en cuantos lugares requieren su presencia.
Curiosamente, hoy día de la Inmaculada, escribe un artículo en el que se ocupa de fútbol. Y me agrada coincidir con él en las apreciaciones que hace sobre este deporte tan popular, que, como ocurre con otras muchas actividades, está bastante adulterado.Así se lo comentaba yo, hace unos días, a uno de mis nietos. Porque el fútbol, que también se llama balompié, va por derroteros que pueden llevarle casi a la lucha grecorromana.
Cuando yo empecé a ver fútbol, allá por los años 50 del pasado siglo, el contacto voluntario con otro jugador era siempre falta, salvo la “carga legal” que, según el reglamento, debe ser hombro con hombro, con uno o los dos pies en el suelo, sin peligrosidad, y el balón a distancia de poder ser jugado; y sin utilizar brazos o codos. Regla que no cumplen muchos jugadores y, lo que es peor, consienten los árbitros.
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