Hace 2021 años, vino al mundo hecho Hombre, el Hijo de Dios, en la ciudad de Belén. Y todo cambió para los hombres y el mundo.
Estamos viviendo situaciones duras y complicadas. Por un lado, los precios se han disparado, por otro tenemos que hacer frente, a numerosos problemas que nos van saliendo; además tenemos la pandemia con el COVID19 y su variante “ómicron”, con lo que conlleva de nuevos estudios para poder darle solución. Los gobiernos de la mayoría de los países, ponen límites y restricciones a la población para evitar los contagios masivos, se siguen haciendo vacunaciones a diario y se lucha para seguir investigando y erradicar la pandemia lo antes posible.
Se toman medidas restrictivas, que no son del agrado de todos. Existe la tendencia, a dictar estados de sitio y alarma, limitando horarios de entrada y salida, así como del número de personas que pueden residir en un lugar determinado. Se desaconseja las reuniones masivas, razón por la cual, las células familiares tienen que reunirse de pocos en poco, no sobrepasando los diez miembros. Se deben hacer test de “antígenos” y se pide, en la entrada de determinados locales, el pasaporte COVID, de haberse pinchado las vacunas correspondientes.
Con este panorama, los ciudadanos se quedan en sus hogares y casas y las calles y plazas, que suelen estar llenas de personas que disfrutan de los días previos a las fiestas navideñas, no están tan llenas como de costumbre. Esta situación genera tristeza, miedo y sobre todo prevención ante las enfermedades de corte virológico.
Pero los cristianos tenemos en nuestros corazones y espíritus, una Buena y Gran Noticia: el Nacimiento del Hijo de Dios, que viene a todos y cada uno de nosotros para que nos hagamos niños como Él. ¿Cabe mayor felicidad que sentirnos como infantes, sencillos y unidos con todos los que nos vamos a ir encontrando? No podemos estar tristes y apesadumbrados: debemos encender la llama del amor y la felicidad porque nuestro Niño Jesús sigue naciendo, en todos y cada uno de nosotros, invitándonos a ser hombres y mujeres libres, pacíficos, amantes de la vida, con valores positivos y sobre todo debemos seguir saliendo a las calles y plazas y cantarle, vitorearle y visitar los belenes tanto de los templos como de las instituciones y los de las calles.
No tengamos miedo a la pandemia y al virus. Seamos valientes y celebremos la Navidad con alegría, eso sí, de forma responsable, cumpliendo con lo que nos dicen y sobre todo compartiendo con los más necesitados, la alegría de sabernos Hijos de Dios y sobre todo, salvados por su Nacimiento.
En estos días, pasaporte en mano, visitemos a los mayores en sus residencias, compartamos con ellos alegría, mansedumbre y felicidad. Hagámonos uno con ellos, no dejando que les invada también la tristeza y la melancolía. Visitemos también, a los enfermos en los centros hospitalarios, conforme nos indiquen las autoridades sanitarias y cumplamos con ellos también en sus casas. Visitemos también los cementerios y recemos acompañando a nuestros familiares difuntos, que se hacen presentes en estos días tan señalados.
Que la Luz de la Estrella de Belén, alumbre nuestros corazones y digamos con los ángeles el mensaje que nos transmitieron: Gloria a Dios en las Alturas y Paz a los hombres de Buena Voluntad. Feliz Navidad para todos.
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