-Hoy he comprobado, por si aún me quedaban dudas, una de las cosas peor vistas en este mundo que nos ha tocado en suerte.
-¿Las bermudas rosas? -Peor aún, las dudas. -Vivimos en un mundo de elecciones. Comprenderás que las dudas las retrasan. -Correcto. Hoy en día hay que decantarse sí o sí hacia algún lado. -Me pregunto si se podría pasar palabra. -No. No solo hay que decantarse sino que es terriblemente ofensivo dudar de la decisión tomada. Esa falta de fe no solo demuestra ignorancia sino que es perversa, contaminante y tóxica. -Entiendo que al que defiende una postura no le hace gracia que se dude de ella. -Aquí damos un paso más, muy propio de nuestra forma de ser, y que he comprobado en esta serie de experimentos llamados conversaciones. En muchos casos no soportamos que ya que nos tenemos que aguantar haciendo algo que hemos elegido pero que no nos gusta, o que nos plantea dudas, haya quienes se escaqueen de ello. -Hombre, no es muy ejemplar escaquearse. -Puedo entenderlo. Pero hemos estirado un poco más la cuerda y ahora ya no solo no es ejemplar escaquearse. Dudar, no importa el grado, es alta traición a la causa. -Pero si es por un bien superior… -Siempre hay por medio un discurso superior. Y urgente. Como un mandato divino, disfrazado de imponderable para hacérnoslo más llevadero. -Pero hay algo que no entiendo. ¿El que duda intenta catequizar al resto sobre sus dudas? -No, solo duda, pero eso es terrible. Él que pertenece a la opción contraria no tiene arreglo, es un lunático destinado a hacerse daño a sí mismo con sus decisiones, pero lo tenemos ubicado. El que duda es peor. No sabemos dónde situarlo. Es un bulto sospechoso, aunque haya estado, milite y se reconozca en nuestro bando. Al dudar, en cualquier momento, es susceptible de caer hacia el otro lado o (cosa terrible) permanecer eternamente en tierra de nadie como una mosca cojonera. -A la gente nos gusta pensar que lo que se nos encomienda tiene un sentido, una lógica y va encaminado a un buen fin. En ese escenario las dudas no tienen sentido. -Es lo normal. La posibilidad de que eso no sea así no es muy alentadora, ¿no crees? -Por cierto, ¿a qué viene todo esto, si tú no te has escaqueado? -A que me interesa saber donde piensas ubicarme. -No deja de ser una forma de dudar de mí.
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