Esta frase la he oído, como decían los latinos “a teneris unguiculis” (desde que tenía tiernas las uñas, es decir, desde mi niñez). Nos la decía nuestra madre cada vez que venía al caso. Soy miembro de una familia numerosa de cuatro hermanos todos ya de edad provecta, pues bien, no recuerdo que hayamos discutido, en ningún momento. ¿Cómo es posible eso? Simplemente porque nuestra madre, como he dicho, siempre que había oportunidad para ello, no dejaba de repetirnos lo antedicho, y estaba sobre nosotros para sembrar paz y concordia. Con esta expresión quería inculcarnos que con la amabilidad, la cordialidad y el buen carácter se consigue más que con el despotismo, la prepotencia y la preponderancia. Nuestro rico refranero nos dice. “quien siembra vientos, recoge tempestades”. Ningún prepotente, soberbio u orgulloso agradará nunca a los demás, ya que su forma de ser hará que se retraigan de acercársele, y los despedirá de lejos. Sin embargo, el afable, el humilde,el que no se siente superior a los demás emitirá una fragancia que, como la humilde, violeta atraerá con su suave perfume, aun a los que se encuentren lejos de él. Esta sencilla flor hace que las personas tengan una especial debilidad hacia ella, tanto que es la simbólica de cuatro de los estados componentes de EE.UU. Sus raíces alegóricas alcanzan el mito, la leyenda, y la religión. Su pequeño tamaño, apariencia delicada han hacho que sea asociada al romance y al amor. Durante la época medieval se pensaba que las violetas servían como protección contra los espíritus malignos. Con frecuencia se utilizaban las hojas para hacer emplastos, ungüentos curativos y antisépticos. Como corolario diré que la humildad, la sencillez, la falta de doblez y la simplicidad, son la cucharada de miel, que, como nos enseñó nuestra madre, atraen más moscas (personas) que la hiel (amargura, prepotencia y despotismo).
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