Enero 2032.
10 años ya de que te escribí aquella sentida carta que tanto revuelo galvanizador causó, y 30 desde que ya no estás aquí. Y aunque parezca imposible, en este tiempo han pasado aún muchas más cosas de las que te relaté en su momento. ¿Recuerdas que te dejé en el suspense de un país indefenso en manos de una mezcla de extremistas y memas, con nuestro monarca exiliado en medio del desierto y tu obra desperdigada y denostada?
Pues hoy de España se mantienen únicamente en pie el Teide, Iñaki Urdangarin y mi orgullo, incontestable y afilado como el piolet de José Juan, el alpinista con el que duermo desde que me cansé de los silencios del cirujano vascular. José te gustaría, porque a él tampoco lo dejo hablar.
Nuestro rey Juan Carlos volvió finalmente a España, Camilo, cuando por un curioso cambio de las circunstancias, su hijo nos mandó a todos a la porra y se marchó a esquiar indefinidamente a Suiza. Un oportuno golpe de estado convirtió de nuevo a Juan Carlos en monarca, en este caso absolutista, y su primer decreto fue prohibir todas esas lenguas cooficiales que nos daban tanto por saco. Pero fue para mal pues en lugar del castellano, se institucionalizó como medio de comunicación favorito el uso de banderas de señales. Y así estamos, que para salir a la calle debes llevar un carrito con dos docenas.
Y horror de los horrores, permaneció ese lenguaje inclusivo que ha conseguido que todos tus libros hayan vuelto a ser reeditados y rebautizados. Ahora La Colmena es una obra de Camile José Cele. ¿Qué te parece que yo, tu viuda, sea considerada un "Marine"?
La polémica de la carta anterior hizo que me picara el gusanillo de la escritura y nuestros amigos de Planeta me publicaron una versión extendida de 453 páginas titulada “ENTIENDE QUE ESTÉ ALGO IRRITADA”. Mi agente dice que la primera edición fue un éxito sin precedentes, pero un juzgado (comunista) me prohibió volver a acercarme en 10 años a menos de 500 metros de un teclado, resma de papel, o medio de comunicación escrita. ¿Y sabes qué? Me hizo un favor. Me alegro de no seguir dándoles más margaritas a los cerdos.
Poco más te puedo decir. Yo de salud bien.Últimamente tengo sueños en los que me dan el Premio Nobel en tu lugar y te veo aplaudiéndome a regañadientes desde tu asiento. Nuestros amigos se hacen mayores o se van, y los que se quedan dicen que la ciática ya no les deja hacerme reverencias. Vivimos en el país de cobardes y desinteresados del que tú me hablabas cuando yo no te hacía caso.
Y bien, así me despido. Quisiera franquearte la carta a algún lado pero te llevaste al otro mundo la agenda de direcciones para que no tuviera tentación de escribirte mucho. Y lo entiendo, aunque no lo comparta.
Tuya siempre.
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