Estos días estamos asistiendo a la enésima ola de ataques a la Iglesia por parte del gobierno más nefasto y rastrero que jamás haya existido en nuestra patria. Y lo hacen con tan mala intención que, de un problema que a todos afecta, se fija maliciosamente en la exigua parte que a la Iglesia corresponde: el 0,2% y se olvida olímpicamente del 99,8% restante.
En cualquier democracia esto bastaría para que todo el gobierno dimitiera, pero aquí sirve para que el comunismo siga tomando posiciones. Pues como el gobierno y sus terminales mediáticas, siguen a lo suyo, yo voy a romper una lanza en favor de la Iglesia Católica y, reconociendo que, como toda obra humana está sujeta a errores, hoy toca hablar del empeño irrenunciable de la Iglesia en su lucha a favor de los menos favorecidos, prestando ayudas como apadrinamiento, asistencia a colectivos marginales, asistencia a enfermos de SIDA y otras enfermedades, ayuda humanitaria, comercio justo, cooperación internacional, defensa de los derechos humanos, defensa y protección de los animales, derechos de los ciudadanos, discapacidades y drogodependencia.
Y ello a través de instituciones como Cáritas, Confer, Justicia y Paz, Manos Unidas, con cerca de 100.000 voluntarios que prestan su esfuerzo desinteresado para la consecución de tan nobles fines. Y como la mejor manera de expresar las cosas, esfacilitando sus números, allá voy con los de 2018, con las cuentas debidamente auditadas: Sólo Cáritas y Manos Unidas atendió en sus más de diez mil centros asistenciales (hospitales, ambulatorios, casas para ancianos, etc.) a cerca de tres millones de personas y subvencionaron 564 proyectos que beneficiaron a un millón y medio de personas.
Lo que entrega la Agencia Tributaria a la Iglesia procedente de la aportación de los contribuyentes que optan por poner la cruz en la casilla del IRPF, no llega a trescientos millones de euros. Y la Iglesia con esos ingresos y los que reúne de otras muchas y generosas aportaciones, sufraga más de treinta mil millones de euros. ¿Qué les parece? ¡No tengo más que decir!
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