La muerte de Drayke Hardman ha sobrecogido al mundo. A sus doce años el pequeño se quitaba la vida en Utah, Estados Unidos, tras ser víctima de acoso escolar durante más de un año, según han contado sus propios padres. Una nueva tragedia ante la que en todo el mundo vuelve a surgir la pregunta: ¿Se podría haber evitado? La propia madre del chico ha hablado del bullyng como algo real y silencioso y ha explicado que su hijo estaba librando una batalla contra la que ella no ha podido hacer nada. Y es que quienes sufren este maltrato, a menudo por parte de grupos, bien físicamente, bien a través de redes sociales o mensajes de what´s up, acaban presentando dificultades de interacción social, baja autoestima y a menudo les cuesta defenderse.
El abuso, explica desde Clínicas Origen la psicóloga Pilar Conde, hace mella en su bienestar emocional y psicológico de tal manera que puede conducir a desenlaces tan dolorosos como el que vive la familia Hardman. Las humillaciones les hacen percibirse a sí mismos como inferiores al resto y no valorarse. Se sienten solos, añade, aislados, despreciados. El miedo y la indefensión les llevan a creer que no son capaces de defenderse a sí mismos. Estos sentimientos mantenidos en el tiempo junto a los síntomas clínicos que aparecen derivan en un alto riesgo: el de pensar que la única salida es quitarse la vida.
Otra respuesta al acoso es el odio, el rencor, el enfado generalizado ante lo que le está sucediendo. Este comportamiento negativo puede ser una señal para la familia. Además, la directora técnica de Origen añade estas otras señales de alerta:
- Vemos que el niño está aislado socialmente, no sale con amigos.
- Ha abandonado las actividades de ocio y de deporte.
- Intenta evitar ir al colegio de manera frecuente.
- Sus calificaciones escolares han bajado.
- Ha dejado de hablarnos de cosas de clase o de algunos compañeros.
- Llora y no saben explicar lo que les sucede.
- No recibe invitaciones para los cumpleaños, eventos o dice que no quiere ir.
- Ha dejado de publicar en sus redes sociales o las ha cerrado.
- Cuando se pregunta a los amigos, amigas, vemos que algo no encaja, que ha habido cambios en sus relaciones interpersonales.
- La comunicación con la familia ha disminuido de manera notable.
- Presenta cambios en las rutinas de sueño y alimentación.
Aunque, como ha ocurrido en el caso del pequeño Drayke, el bullying se esconde en muchas ocasiones de los ojos de los adultos, los iguales, advierte la psicóloga, sí suelen saberlo. En el entorno escolar, los profesores también suelen advertir la ausencia de comunicación del niño con el entorno de la clase: está aislado del resto y en el recreo suele estar solo.
Una vez que se ha detectado el problema hay que intervenir inmediatamente, asegurando la seguridad de quien está sufriendo el abuso. Los padres y el centro escolar deben coordinarse para valorar las medidas de protección adecuadas. El segundo paso es intervenir con todas las partes implicadas:
- Persona o personas que abusan.
- Espectadores de abuso.
- Víctima del abuso.
- Familiares de ambas partes.
- Profesionales al cuidado de los menores.
Se tiene aquí que trabajar, según la psicóloga, mediante la toma de conciencia de qué es el abuso y de cuáles son sus consecuencias. El abusador forma parte importante del proceso, porque su conducta se puede reconducir.
El abusador es también un niño con problemas emocionales en la mayoría de los casos, problemas que pueden tener su origen en el entorno familiar. El abusador puede estar repitiendo patrones de abuso que vive en casa. También puede darse el caso de que se sienta, explica Conde, vulnerable e inseguro y necesite cubrir estos puntos débiles ejerciendo poder y fuerza sobre otros.
Se debe trabajar aquí la empatía y potenciar la asertividad. Más difícil será cuando nos encontremos ante personalidades que obtienen placer a través del sufrimiento y la vejación ajenas. Es perentorio, finaliza la experta, seguir trabajando en los centros escolares y ayudando a las familias en la prevención y detección delbullying. Para evitar víctimas y para anular el comportamiento sus acosadores.
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