Recuerdo a mi madre, esposa de un “sobresaliente” ferroviario de los años 40. Siete hijos. Vivienda de protección oficial. Desayunos combinados, leche aguada o puré de patata. Merienda, higos…, higos y alguna chocolatina. Comida, los famosos pucheros de obreros castellanos: legumbres salpicadas con carne y chorizo… pescado azul… huevos de pueblo… Cena, sopas de ajo con un par huevos batidos, para todos.
Ya entonces pagar la casa se llevaba la mitad del sueldo. Con la otra mitad y bastantes milagros, comíamos, estudiábamos, nos vestíamos y hasta conseguíamos propinillas… El mayor milagro siempre caía en martes: Mi madre tenía preparada una comida completita para un pobre, que nunca quería entrar en casa pero siempre nos tiraba un beso.
Hoy, siglo XXI, AÑO 2022, la supervivencia la dan en gran medida las engañosas tarjetas de crédito, las tarjetas revolving, los préstamos “preconcedidos” o la pensión de los abuelos. No estamos en el siglo de las luces, no, nos encontramos en el túnel misterioso de una sociedad perdida, en un mundo cuyas matemáticas macroeconómicas han fallado, en una forma de vivir sin mirar el fondo de la cesta…
(Siempre hay misterios, ¿cómo se llenan todos los espacios musicales, teatrales, deportivos, con un coste no precisamente barato y con un paro generalizado, sobre todo el juvenil?)
Esos misterios no son de fe, tienen su origen en la “indiferencia” de las nuevas generaciones, en el “positivismo” de la vida juvenil, que poco a poco ha contagiado a los mayores: “vale lo que se pega en el hígado… vale lo que te hace olvidar realidades…” Los seres humanos hemos perdido el norte… los profetas ya no son mensajeros… las religiones corren hacia el agnosticismo… los padres no son transmisores de ideas… la sociedad vive absorbida por redes incontrolables… El “YO” ha desaparecido.
Salvarse en esta vorágine no es tarea fácil, aunque SÍ posible: La reflexión objetiva… el voluntariado de grupo… un mayor ejemplo de fe de ciertos jerarcas religiosos… el aprendizaje de saber mirar el horizonte y analizar su orden, norte, sur, este y oeste… pero sobre todo aprender a preguntarse: ¿qué soy, qué quiero, dónde estoy, dónde quiero llegar, quién está a mi lado, qué soy para él…?
“Putines” como “Putin” hay muchos, pero disfrazados. Cada cual busca su “bunker”. Todo se superará con una sociedad ajustada a sus realidades, con ilusión guerrera de combatir por un futuro mejor y con una mochila a cuestas que ponga: “Revolución Siglo XXI”… heredera de la inacabada “Revolución Francesa” (Mutatis mutandis).
|