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Padres tóxicos

​Más vale una palabra a tiempo que cien a destiempo”, (Miguel de Cervantes)
Octavi Pereña
martes, 22 de marzo de 2022, 09:10 h (CET)

Montse que fue testigo de los incidentes que ocurrieron durante el partido de futbol de los cadetes  del Lleida y del Balafia celebrado el 22 de febrero en el campo del Gardeny en una carta publicada a SEGRE explica sus impresiones: “Se produjeron unos hechos groseros y de muy mal gusto por parte de los padres de los jugadores del Lleida. Durante el partido, en vez de animar a los jugadores y pasárselo bien, que de esto se trata, se dedicaron a proferir insultos punzantes y groseros hacia los jugadores del equipo contrario y al árbitro. No se conformaron con esto, esperaron la salida de los jugadores para increparlos y le faltó bien poco que no se formase un buen alboroto”. 


Montse termina la carta diciendo: “Deseo que esta queja pueda llegar a alguien responsable y se tomen medidas al respecto”. Sí que deben tomarse medidas sancionadoras respecto a los comportamientos incívicos que se producen en el ámbito deportivo. Debe tenerse presente, no obstante, que dichas conductas deplorables nacen de la toxicidad del corazón y que si previamente no se le hace una limpieza a fondo, las sanciones se dan al fruto y no afectan a la raíz que es la que produce los comportamientos deplorables y condenables.


Se dice que las parejas que desean casarse deberían hacer cursillos para aprender a ser buenos padres. De hecho se convocan y se publican muchos libros que enseñan cómo educar a los hijos. Las enseñanzas que imparten tienen buenas intenciones pero al ser más bien de carácter sicológico no llegan a lo hondo del alma que es en donde se generan los pensamientos tóxicos que se convierten en comportamientos incívicos repudiables y que Montse denuncia en su carta a SEGRE.


Todas las personas se comportan como los antiguos israelitas que cometían hechos detestables y abominables que repugnaban al Señor. Éste, en su misericordia pretende hacerlos desaparecer. ¿Cómo lo hará? Lo hace de manera muy sencilla  porque para Dios no existe nada imposible: “Y les daré un corazón y un espíritu nuevo dentro de ellos, y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 11: 19). Pero Dios no puede considerar justo quien es injusto. Como Dios no puede cometer una injusticia en sus propios ojos, ¿cómo  se las arreglará para cambiar el corazón de piedra que es insensible al bien por otro de carne que se inclina hacia lo justo?


Una noche, para no ser visto, un fariseo llamado Nicodemo fue a ver a Jesús para decirle: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como Maestro, porque nadie puede hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él” (Juan 3: 2). Jesús le da a su visitante una respuesta que bien seguro sorprendió a Nicodemo y es muy posible que al lector también: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v. 3). El fariseo que era corto de vista porque todavía no había recibido el Espíritu Santo, le dice a Jesús: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda  vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4). La duda de Nicodemo bien seguro que también la tiene el lector. Entre Jesús y Nicodemo se inicia un diálogo que trata sobre qué es el nuevo nacimiento. 


Israel después de la salida de Egipto para dirigirse a la Tierra Prometida poseía un corazón de piedra que le impedía creer en el Señor que los guiaba a su destino. A la más mínima dificultad se quejaban contra Él. Dios en respuesta a su perenne rebeldía les envía una plaga de serpientes que mordía al pueblo. Los mordiscados morían. El pueblo reconoce su pecado y acude a Moisés para que interceda por ellos. Moisés lo hace. La respuesta que recibe de Dios es: “Hazte una serpiente de bronce, y ponla sobre una asta. Y cualquiera que fuese mordido y mire a ella, vivirá” (Números 21: 5-9). Jesús interpreta el significado que tenía la serpiente de  bronce que curaba a quienes habiendo sido mordidos miraba hacia ella: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 14, 15). El nuevo nacimiento no se consigue afiliándose a una secta religiosa aun cuando se apode cristiana, sino por la fe en Jesús crucificado y resucitado. Este es el significado que tiene la serpiente de bronce: Jesús salva de sus pecados al pueblo de Dios: “De manera que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas  son hechas nuevas” (2 Corintios 5: 17). En Jesús se comienza a andar en novedad de vida a la vez que se deja atrás la toxicidad del corazón.


En Cristo los padres aprenden a ser padres como Dios manda. Los padres que tienen que ser ejemplo para sus hijos tienen que ser modelos de  buen comportamiento para ellos. Lo triste es que muchos padres   ven la mota en el ojo de su vecino pero no ven la biga que hay en el propio. Los padres tóxicos que desgraciadamente abundan, tendrían que hacer una sincera introspección para darse cuenta de los numerosos pensamientos tóxicos que generan sus corazones. 


Dicho descubrimiento debería motivarlos a orar como lo hizo el rey David: “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mis pecados. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo mal delante de tus ojos” (Salmo 51. 2-4). Si se hace esta plegaria, la toxicidad que se esconde en lo más hondo del alma irá desapareciendo para dar paso a pensamientos buenos que producirán actitudes edificantes. La Montse no tendría que escribir más cartas denunciando conductas incívicas de los padres en los campos de futbol.

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