No debemos cantar victoria todavía. Los nuevos aumentos en Asia, los repuntes en Europa y el riesgo de nuevas variantes nos avisan para que seamos prudentes. No se puede saber actualmente si se producirá a una séptima ola en España. Hay tendencias que deben preocuparnos. El descenso de la incidencia reduce su velocidad; hay ciertos repuntes en varias comunidades autónomas; las infecciones se han incrementado significativamente en países con dos años de muy bajas incidencias como Hong Kong, Vietnam y Corea del Norte; y los llamativos repuntes en Dinamarca que había eliminado las restricciones.
El coronavirus ha provocado -según datos recientes de la Universidad Johns Hopkins- 479 millones de casos en el mundo y más de 6,1 millones de muertos. El mundo superó los 300 millones de contagios a principios de enero de 2022 y en sólo un mes -debido a la variante ómicron- aumentó en otros cien millones a una media de tres millones de casos diarios. Estados Unidos es el país con mayor cifra de muertos, con 975.000 fallecidos; seguido por Brasil, con más de 658.000; e India, con 516.000 muertos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho un llamamiento a los gobiernos pidiendo que no se abandonen las medidas contra el virus ni el rastreo de los casos. Y más cuando la subvariante -altamente infecciosa- de ómicron BA.2 se extiende por todo el planeta. La directora técnica de la OMS para la lucha contra la COVID, Maria Van Kerkhove, mantiene que no es buen momento para levantar los sistemas de vigilancia. Y asegura que el recorte de medidas preventivas en distintos países no se basa en pruebas científicas. Considera que son medidas políticas que podrían tener consecuencias desastrosas para el mundo.
Y en España
Del 18 al 22 de marzo en España se han producido 54.147 contagios y 350 fallecimientos por COVID, lo que eleva la cifra hasta los 102.053 por esta causa. La incidencia ha bajado ligeramente de 445 casos por 100.000 habitantes a 436 pero continúan los ingresos hospitalarios con la aparición de inesperados picos en las UCI.
Sin embargo, el Ministerio de Sanidad -de acuerdo con las comunidades autónomas- ha anunciado los cambios en el protocolo COVID en España con fecha 28 de marzo. Las dos medidas principales son que los contagiados con síntomas leves y asintomáticos no estarán obligados a realizar cuarentena; y que las pruebas diagnósticas no serán necesarias salvo en casos graves o infectados que pertenezcan a grupos vulnerables.
Respecto al uso de la mascarilla en interiores -sin que se haya decidido una fecha exacta- ya se habla de eliminar la obligatoriedad para después de Semana Santa siempre que los indicadores COVID se mantengan a la baja. Se cambiará la vigilancia a un sistema similar al de la gripe -una muestra recogida de médicos de primaria se extrapola para calcular el total-, y no se recoge la información de todos los casos que se producen.
¿“Gripalizar” la pandemia?
Muchos médicos, y organizaciones profesionales -especialmente las de atención primaria y de médicos de familia- ya han manifestado su desacuerdo con esta línea de “gripalización” de la pandemia. Y prácticamente todos los epidemiólogos consideran que es prematura la idea y errónea su formulación de “gripalizar”. Porque hay grandes diferencias en el virus de la gripe y el coronavirus.
Un dato comparativo entre ambas patologías en el país líder mundial en infectados y fallecidos por COVID. Más de 79 millones de personas han sufrido la enfermedad en Estados Unidos, de las cuales han muerto 975.000 personas hasta la fecha. En comparación, en EEUU, durante la temporada de gripe 2019-2020, unos 38 millones de personas padecieron la gripe y 22.000 murieron a causa de ella.
Los epidemiólogos destacan que existe un sistema de seguimiento mundial de los virus de la gripe -con la colaboración de la OMS- que analiza permanentemente las cepas de la gripe que salen cada año, su genómica, y cómo se propagan. Ese sistema de vigilancia mundial no existe para el coronavirus. Solo hay un sistema de muestreo y alerta.
Por otro lado, las vacunas de la gripe están muy desarrolladas y son muy eficaces, incluso para prevenir la infección. Las vacunas de la COVID se han desarrollado en tiempo récord, son eficaces para proteger de la enfermedad grave, salvan vidas, pero no previenen del contagio ni cortan totalmente la transmisión. Y además para junio los vacunados en diciembre ya tendrán muy bajos los anticuerpos neutralizantes en sangre. Hay necesidad de desarrollar vacunas que sirvan para distintas variantes, y que consigan la protección contra el contagio.
¿Eliminar las medidas de protección?
Por el nivel de conocimiento existente, el coronavirus es todavía imprevisible. El presidente de la Sociedad Española de Inmunología, Marcos López Hoyos, considera que podrían darse tres posibles escenarios: que se produzca una mutación del SAR-CoV-2 muy agresiva; que surja una variante en una zona del mundo poco vacunada -como ha ocurrido con ómicron-; o que se convierta en endémico con posibles picos estacionales. Hay todavía demasiadas incógnitas para tratarlo como la gripe.
En Dinamarca, tras un mes de eliminar todas las restricciones, la incidencia se disparó hasta más de 4.000. Está claro que bajar la guardia tiene graves consecuencias. No es esperable, a corto y medio plazo, la desaparición del virus. Si baja el nivel podrían eliminarse ciertas medidas. Sin embargo, la mascarilla en interiores debería seguir, porque es la que más protege de la propagación del virus. En exteriores es irrelevante, pero en interiores es fundamental. Y siempre que el contagiado lleve una FPP2 para “proteger a los demás”, como afirma López Hoyos, recordando que la mascarilla junto con la ventilación “han conseguido controlar la pandemia”. Y sugiere que quizás habría que aprender de los asiáticos que ya usaban la mascarilla en condiciones de frecuencia gripal entre la población.
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