Nos encontramos en período de normalización pospandémica, en un Estado, como el nuestro, aconfesional. La actividad social vuelve a su ritmo, de forma progresiva, en todas las áreas que la convivencia y el desarrollo van exigiendo: economía, educación, cultura, deportes, sanidad, turismo… Me pregunto si el hecho de la “aconfesionalidad del Estado español” frena la normalización de la religión en todas sus facetas.
Se cerraron las Iglesias, se limitó su aforo, se restringieron los oficios y, aparentemente, los cristianos padecieron la “duplicidad del Covid”: la pública y la personal. Lo que se “exigió” por seguridad sanitaria, ha terminado en “imagen permanente” de aislamiento religioso social. Vuelven a llenarse los Estadios, las salas de cine, los teatros, los pub, las terrazas, los comercios…, en definitiva, la sociedad retoma su vida anterior, con el aprendizaje de una pandemia, para casi todos desconocida.
La excepcionalidad del mundo religioso alguien la tendrá que explicar:las parroquias permanecen cerradas la mayor parte del día…, los oficios religiosos se han “recalculado”…, la actividad pastoral se ha “internet actualizado”…, la Iglesia Jerárquica ha tomado más fuerza elitista…
Una excepción a la excepcionalidad: el campo de “la caridad cristiana” ha tomado fuerza, gracias a la admirada y multiplicada participación seglar (bendecida por la “ornamentación” oficial).
¿Para cuándo la “normalización” de la actividad cristiana pospandémica?
No hay que olvidar: “Cuando los pueblos se vacían, las tierras de abandonan, el ganado se desdeña… los alimentos escasean y nos acostumbramos a vivir del sometimiento y de la obediencia a los poderosos civiles y religiosos” Eso no es LIBERTAD.
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