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El dichoso COVID, que se coló en nuestras vidas y en nuestros pulmones hace ahora tres años, nos obligó a aceptar la dichosa mascarilla quirúrgica en todo el mundo, hasta el punto que esta se llegó a transformar en un objeto imprescindible que hasta llegó a crear una moda y un diseño adaptado a diversas situaciones.
Seguiré investigando lo del interruptor de mi almacén, lo mismo abre alguna puerta secreta que me traslada directamente a la pasarela de Nueva York, ¿veis? Ya me he dejado llevar por mi imaginación.
Se acabó la agitación en la que ha vivido Málaga a lo largo de la Semana Santa y sus prolegómenos. Desde que se iniciaron los traslados hasta el domingo de Resurrección, han sido semanas de una auténtica excitación popular y cofrade. Toda Málaga ha vivido intensamente el mayor acontecimiento religioso y cultural que celebra la ciudad y en éste año de una manera muy especial.
Nos encontramos en período de normalización pospandémica, en un Estado, como el nuestro, aconfesional. La actividad social vuelve a su ritmo, de forma progresiva, en todas las áreas que la convivencia y el desarrollo van exigiendo: economía, educación, cultura, deportes, sanidad, turismo… Me pregunto si el hecho de la “aconfesionalidad del Estado español” frena la normalización de la religión en todas sus facetas.
Los altos niveles de inmunidad alcanzados por la población española, en las propias palabras de las autoridades sanitarias, nos han introducido en una nueva etapa de convivencia con el SARS-CoV-2. Este escenario, inaugurado dos años después del confinamiento severo, supone la llamada gripalización del covid, que no es otra cosa que comenzar a retomar nuestras rutinas habituales aunque exista la posibilidad de contagiarnos.
La enfermedad de la Covid-19 acabó con la vida de millones de personas en todo el mundo y paralizó la realización de eventos públicos y masivos que se realizaban como entretenimiento. Sin embargo, con las medidas de seguridad sanitarias adecuadas y la vacunación efectiva de la población, estas actividades sociales han comenzado a reactivarse.
La pandemia modificó por completo las rutinas de todo el mundo. Las autoridades decidieron restringir algunos de nuestros hábitos para evitar una mayor propagación de la enfermedad y la industria del vapeo aceptó y se adhirió a todas esas restricciones.
Hay que tener cuidado con este proceso. La segunda acepción de la palabra “normalizar”, según el Diccionario de la RAE se define diciendo: “hacer que una cosa sea normal”. Por lo visto hay cosas que no son normales y se pueden convertir en normales porque alguien lo decide así. La tarea de normalización significa que algo que no era normal se imponga como normal.
Quizás estamos viviendo la etapa más difícil de los últimos cincuenta años y, con seguridad, la más dura de este siglo. La humanidad la soporta con cierta displicencia y un escaso respeto. Los mayores, por el hecho de ser personas de riesgo, la vivimos con temor y una notable dosis de desconcierto.
Sólo un 8% de los conductores antepondría la compra de un vehículo nuevo a uno de ocasión como medida de prevención y seguridad frente a un posible contagio, según los datos de la encuesta ‘El VO en la nueva normalidad’, realizada por Sumauto, especialista en portales verticales de automoción que agrupa Autocasión y AutoScout24, entre otros.
-¿Y cómo se encuentra después de todo esto?
-No lo sé ¿Raro?
-No sabría decírselo. No soy usted. ¿Tal vez libre?
-Puede ser. Libre se había vuelto algo raro.
Un especialista, de los muchos especialistas que hay en pandemias de pantalla, dicho sin acritud, decía en ámbitos europeos, que lo importante ahora, al haber más tiempo, quizá más recursos, menos prisas, o más sanitarios en activo por la merma del contagio, es que ha llegado el tiempo de los rastreadores.
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