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La carta

Aznar, muy posiblemente, no leerá este comentario, pero por si lo hiciera quiero recordarle que el reparto de “las ganancias” tuvo lugar el once de marzo de 2004
Pascual Mogica
miércoles, 4 de noviembre de 2015, 06:32 h (CET)
Creo que todos recordamos aquella canción magistralmente interpretada en su día por Julio Iglesias y Raphael cuyo título era “A veces llegan cartas” y que en una de sus estrofas decía así: “A veces llegan cartas con sabor amargo, con sabor a lágrimas”. Hace unos días aparecía en los medios de comunicación la noticia de la publicación de un libro firmado por el ministro de Exteriores, García-Margallo, en el cual desvelaba el contenido de algunas cartas dirigidas a él y rubricadas por distintas personalidades de la política, una de ellas pertenecía a José María Aznar y en la misma se refería a la guerra de Irak y en la cual le transmitía a García-Margallo que él, Aznar, creía que España “salió ganando” en dicha guerra.

Desde luego y bajo el punto de vista de cualquier persona normal cabe llegar a la conclusión de que el contenido de dicha misiva tiene un fuerte sabor amargo y más que lacrimógeno, indignante. En dicha epistolar este descerebrado sujeto, me refiero, claro está, a Aznar, afirmaba que “España no participó en ninguna guerra y ni un solo soldado estuvo en Irak un solo día sin la cobertura indubitada de Naciones Unidas para la estabilización del país”. O sea que sí hubo soldados españoles en Irak y que desde luego no contribuyeron a la “estabilización” del país, a diario estamos recibiendo noticias que nos hablan de todo lo contrario.

Creo, querido lector, que le habrá llamado la atención el que este cretino afirme que España “salió ganando” en esta guerra. En el supuesto de que sea cierto, que no lo es, que ningún soldado intervino en esa guerra, de forma más o menos directa si hubo intervención de distintas unidades militares españolas, particularmente como apoyo logístico a las tropas estadounidenses. Aznar quiere dar a entender que España no fue a la guerra pero si está muy claro, dolorosamente claro, que la guerra de Irak vino a España y que reportó unos resultados nada beneficiosos aunque Aznar afirme lo contrario, los “beneficios· se concretaron en 190 inocentes, asesinados, masacrados en los atentados a los trenes y casi dos mil heridos de distinta consideración. Aznar, muy posiblemente, no leerá este comentario, pero por si lo hiciera quiero recordarle que el reparto de “las ganancias” tuvo lugar el once de marzo de 2004. A lo mejor lo recuerda, aunque no estoy muy seguro de que así sea ya que a pesar de que han transcurrido once años la magnitud de este bárbaro atentado no es para olvidarla tan fácilmente como él, a la vista está, lo ha hecho. No puedo pasar por alto las recientes declaraciones de Esperanza Aguirre en las que aseguraba que España no fue a la guerra de Irak y que fue a la reconstrucción. O sea que Aznar estuvo a la reunión de las Azores para acordar la destrucción de vidas y haciendas en Irak para posteriormente reconstruir el país que como todos sabemos sale a atentado diario y sus principales ciudades están derruidas. Lo de esta señora resulta ya insufrible. Su demencia senil es más que evidente.

No descubro nada nuevo si pongo de manifiesto el nulo respeto que Aznar ha demostrado siempre a la inteligencia de los españoles, su carta es un documento que solo puede escribir un imbécil que cree que los demás también lo son. A la vista de este tipo de manifestaciones solo queda decir que es aterrador el recordar que este individuo presidió el Gobierno de España durante ocho años y que durante los mismos se inició la burbuja inmobiliaria, el “milagro económico” de Rato bendecido por él y que fue el principio del fin del bienestar de los españoles. A veces llegan cartas…

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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