"No puedes hacer una revolución para tener la democracia. Debes tener la democracia para hacer una revolución"
La frase con la que doy inicio, fue pronunciada por el filosofo, periodista y escritor inglés G.K. Chesterton hace más de 150 años. Quizá, sería el resumen más diáfano de lo que yo, humildemente, pretendo exponer.
Lo sucedido el pasado 9 de noviembre de 2015 en el Parlamento catalán, no hace más que prolongar el sentimiento de tristeza, lástima e impotencia que siento hacia la dulce Cataluña que me ha visto crecer, hacia esa tierra que ha visto crecer a nuestros abuelos, padres, amigos, compañeros… El pasado día nueve, fue aprobado el documento conjunto que JxSí y CUP presentaron al Parlamento catalán, una declaración de intenciones en la cual se acordaba desobedecer las instituciones competentes de un estado de derecho como el español y proclamar la República Catalana de forma unilateral.
Remontándome a la cita con la que inicié esta opinión, me doy cuenta que aquellos que supuestamente son los representantes legítimos del pueblo catalán, desconocen por completo el significado de la palabra democracia. El término, en latín llamado "Democratia", no es sinónimo de comicios, este último, es apenas uno de los muchos integrantes de su completa definición. La obediencia a la legislación de un estado democrático, la igualdad entre los individuos de dicho estado, o la soberanía popular, son algunas de las acepciones de esta palabra. ¿Por qué tratan de mentir a aquellos que les han cedido su confianza? ¿Por qué tratan de dar esperanzas que sin duda, saben que son en vano? ¿Por qué se adueñan de un sentimiento para un mísero beneficio propio? La respuesta a todas estas preguntas, podríamos agruparla en una misma frase; Son muchos catalanes los que son propietarios de un sentimiento nacionalista, y son muchos también, aquellos que se han adueñado de ese sentimiento con el único fin de no mover sus sucias manos de sus propios intereses. Esa Convergència Democràtica de Catalunya que pactaba a diestro y siniestro, fuera dónde fuere con el Partido Popular. Esa CDC, se ha convertido en una peonza política, que pretenderá ocupar cualquier ámbito ideológico, barriendo sin piedad a derechas e izquierdas, abandonando a todos aquellos que les han cedido su confianza a lo largo de las últimas décadas.
Me compadezco de aquellos que hoy por hoy, son huérfanos políticamente hablando, de aquellos que han sido usados sin miramientos ni escrúpulos, y que solamente son útiles cada cuatro años, camelados con preciosas palabras y promesas a lo largo de las semanas que preceden a los comicios, y abandonados una vez las urnas están abiertas.
Quizá es utópico pensar en destinar tiempo y recursos a mejorar el sistema educativo de nuestro país, en mejorar y ampliar medios en los hospitales y centros de salud, o mejorar todo aquello que engloba el estado del bienestar. Es tan utópico, que nada va a cambiar; seguiremos con la presión nacionalista en los medios, seguiremos comprando mástiles y esteladas y seguiremos jugando a desobedecer aquello que tanto ha costado conseguir. No se preocupen, todo esto seguirá, al fin y al cabo, ellos, ya tienen lo que querían.
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