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¿Dónde vamos a llegar?

Pues adonde nosotros dejemos que llegue, si esperamos que lo que hay que hacer lo hagan otros
Francisco Rodríguez
martes, 24 de mayo de 2022, 10:00 h (CET)

Seguramente siempre se ha dicho eso de “no sé donde vamos a llegar” en un lastimero tono de queja y esperando que alguien lo arregle. Pero nos cuesta trabajo pensar que las cosas llegarán hasta donde cada uno de nosotros las dejemos llegar. No creemos que las cosas estén en nuestras manos ni en nuestra voluntad.


Nos quejamos constantemente de los políticos, de la economía, del ayuntamiento, etc. etc. Pero frente a todo ello podríamos alzar nuestra voz, podríamos hacernos oír. Lo más que pueden hacernos, y ya hacen, es tratar de silenciarnos, marginarnos, incluso encarcelarnos, pero la verdadera cuestión es que solo sabemos quejarnos, pero aportar, lo que se dice aportar, aportamos poco.


Parece que nuestro ideal es que las cosas marchen suavemente mientras dormitamos, pero solo tenemos una vida y hay que llenarla de proyectos, de ideas, de ilusiones, aunque nos cueste.

Quienes manejan el mundo son hombres y mujeres como nosotros, que quizás tratan de enriquecerse a nuestra costa, de imponernos sus ideas, de que no les creemos problemas. Pues no, vamos a hacernos presentes con nuevas ideas y nuevos proyectos.


Aquí espero a los jóvenes capaces que no se dejen adormecer por el sexo o la droga, sino que puestos en pie exijan y busquen un mundo nuevo y diferente, un mundo más fraterno en el que no tengan cabida los aprovechados, ni los que creen en cuentos chinos de salvar el planeta, ni en que sobran millones de personas que hay que eliminar no dejándolos nacer o aplicándoles la eutanasia si son viejos.


Son necesarios jóvenes que rechacen sin contemplaciones la famosa agenda del Foro de Davos, o el gran reinicio que promueven los masones y los capitalistas.


No nos podemos dejar engañar por los medios de comunicación al servicio de las élites políticas y económicas, ni por las encuestas que se publican falseando datos. Abandonémoslos para siempre y abramos nuestros ojos después de limpiarlos a fondo.


¿Cómo no va a ir todo a peor si estamos dispuestos a renegar de nuestra historia y de nuestra lengua? ¿Si estamos dispuestos a renegar de nuestra fe cristiana y aceptamos la ideología de género?


Dios nos creó hombre y mujer y nos colocó en el Paraíso, pero aceptamos la tentación demoniaca de “ser como dioses” y nos hemos convertido más bien en íncubos y súcubos, dispuestos a toda clase de aberraciones.


¿Dónde vamos a llegar? Pues a crueles guerras, a muerte y destrucción si no somos capaces de reaccionar. Quizás no sea esto el Apocalipsis que anunció el apóstol Juan, pero se le parece bastante.


Somos adoradores de la bestia que sale de mar ofreciendo placeres, sexo y droga, mientras que el mundo se hunde y suenan las siete trompetas y se esparcen las siete plagas, el COVID o la viruela del mono.


Pienso que aún estamos a tiempo de reaccionar, de tomar las riendas de nuestras vidas, de usar nuestra voluntad para buscar la verdad y la justicia, de no aceptar las sugerencias del maligno que nos quiere obedientes a los que mandan, sometidos a los amos del dinero…

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