Mi padre me solía decir que los españoles eran bastante cambiables en función de las circunstancias. “La masa va detrás de las cruces; unas veces con velas y otras con palos. Pero suelen ser los mismos”. En el aspecto político sucede lo mismo. Miembros distinguidos de la España franquista se han declarado socialistas de toda la vida y militantes activos de la vieja Acción Católica se han declarado sin pudor, ateos convencidos. Parto del convencimiento de que todos somos susceptibles de cambiar nuestras ideas y trocar de militancia a medida que maduramos. Pero podemos observar la proliferación de cambios radicales e instantáneos en la mentalidad, en las filias o en las fobias, que dan la sensación de partir de unos chaqueteros y arribistas. Los amigos, seguidores acérrimos, que manifestaban su adhesión inquebrantable a ideas, partidos, personas o actitudes, no dudan en decir lo contrario apenas ven un atisbo de posibilidad de medrar. Es lo que, desde siempre, se ha llamado la corte de pelotillas, lameculos, aduladores, “abrazafarolas”, tiralevitas, etc. (me he parecido a José María García). Como las ratas son los primeros en abandonar el barco. El problema les surge cuando andan entre dos aguas. No saben sin encender la vela a Dios o al diablo. Ahora les está pasando con la excursión por España del emérito. O con las próximas elecciones. No saben si votar a Vox o a Podemos; al PSOE o al PP. Según rolen los vientos. Defienden la enseñanza o la medicina pública, pero tienen a sus hijos en los mejores colegios privados y acuden a clínicas de lujo. Unos días son monárquicos, otros republicanos, otros federalistas y otros independentistas. Todo esto son bandazos. Las hemerotecas son testigos de los repentinos cambios de opinión y de tendencias. El problema surge cuando estos golpes de timón zamarrean a la masa como si de la cola de un látigo se tratara. Los “creadores de opinión” te hacen odiar o querer desde al Rey, hasta Mbappé. Desde Fernando Simón hasta la Pantoja. Los próceres políticos los primeros que dan bandazos terribles. Los miembros del “segmento de plata” hemos vivido muchos años y tenido la posibilidad de formarnos un criterio lo suficientemente amplio, pero lo suficientemente claro. Por eso pienso que debemos manifestarlo rotundamente sin dejarnos llevar por los bandazos. Por cierto: soy católico desde que me bautizaron, de centro desde que se inició la democracia y del Barcelona (desde que era un fan de Kubala).
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