¡Nadie más con ello sueñe,
pues sirviéndonos de maña, hemos salvado la eñe para su uso en España!
¡Qué tacaños los de Roma, qué ceñidos los ingleses, qué ñoños con nuestro idioma, qué maraña de intereses!
Menos mal que nuestro empeño, por zanjar el desaliño, nos hizo fruncir el ceño y apretarnos el corpiño.
Que nadie, pues, se constriña, por ese leve rasguño, unidos como una piña los tenemos en un puño.
Aliados los alcarreños, con nativos de Santoña, junto a otros lugareños lidiamos esa ponzoña.
Al final nos apañamos, los amantes del terruño, y, de paso, pergeñamos un cantar de nuevo cuño: ¡Retornó el añil del cielo, volvió el hablar como antaño; podremos decir buñuelo año, coño y desengaño.
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