Ese gesto que tanto no emociona y que conocemos como abrazo es un acto terapéutico de un valor inmenso. Tiene efectos físicos y psicológicos. Es algo que, a pesar de su valor, solemos ignorar y a menudo solemos dejar de lado. ¿Quién no ha sentido los efectos reconfortantes de ese abrazo en un determinado momento de nuestras vidas?
Lo que ignoramos es que un abrazo consigue que aumentemos los valores de oxitocina, o lo que es lo mismo la hormona de la felicidad. En tiempos que la pandemia nos privó de ese placer que es mucho más. Esos abrazos que no sólo aportan felicidad y calma, sino que pueden conseguir disminuir el estrés, bajar la tensión arterial o hasta el colesterol.
Además, los abrazos elevan los niveles de serotonina, un neurotransmisor que se vincula directamente con los estados de ánimo y que tienen influencias decisivas sobre la nueva plaga que estamos viviendo y es la depresión ¿No será que hace falta más una buena terapia de abrazos? Esos son entre otros muchos los efectos beneficiosos de los abrazos, pero, aunque cueste creerlo fortalecen nuestro sistema inmunológico, pues al incrementarse los sentimientos positivos hacia uno mismo suelen ser más resistentes a las enfermedades comunes y eso se pudo corroborar en 2015 en la Carnegie Mellon University. Aumentan la sensación de confianza y de seguridad al sentirnos más apoyados y protegidos y hacen que el mundo de nuestro entorno mejore desde la parte emocional.
En el caso de los bebes es algo determinante en su desarrollo, pues aquellos bebes que no tienen contacto físico pueden llegar a sufrir graves consecuencias en su salud y en caso contrario fortalecen notablemente su sistema inmunitario.
En estos tiempos postpandemia en los que cada vez solemos evitar ese contacto físico hacia la manifestación de nuestras emociones es algo que es preciso recuperar y abandonar el camino de aislarnos, de no tocarnos por esa incomodidad que nos genera que se nos acerquen o quizás algunas personas lo equiparan con la debilidad.
Rompamos las barreras, terminemos con los prejuicios, intensificados por la pandemia del COVID, y no sólo extendamos más nuestros brazos, sino que rodeemos a aquellos que nos importan por nuestra salud, emocional y física. Es la hora de entrelazarnos en esos abrazos que tanta falta hacen en esta sociedad cada vez más individualiza. Por la felicidad, por nuestra salud y por un mundo mejor.
Si bien en ocasiones las cosas por un abrazo, no se pueden arreglar, tampoco se pueden empeorar. Los abrazos dentro de sus silencios siempre dicen tanto, son la fragancia de la humanidad y del calor humano. Son la forma de decir en silencio “me importas”.
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