| ||||||||||||||||||||||
Es inevitable que durante el transcurso de la vida no nos sucedan acontecimientos que nos hagan preocuparnos por lo que nos está ocurriendo y por cómo influirá en el futuro o incluso en el mismo presente. Existen personas que son más propensas a disminuir los problemas y otras que los exageran, pero todo depende de la intensidad del problema y de la manera que tengamos de gestionar y proporcionar soluciones.
Una conjunción de inocencia y credibilidad puede producir sospecha, ya que muchas veces es cuestionable (no siempre) eso de que si eres inocente no tienes credibilidad. Existe una cita de un literato, creo que del británico-estadounidense Thomas S. Eliot, que dice que «la conjunción de inocencia y credibilidad se repite pocas veces en nuestras vidas, que pronto se convierte en fatiga y en tedio, y que es aburrido acostumbrarse a ella».
Me regalan seis días en Sevilla, en conmemoración de cierto acontecimiento personal, y paso a relatarles lo que me traigo en el zurrón emocional de aquella tierra. El presente artículo va de sentimientos, siempre subjetivos, siempre brumosos. Uno daba por hecho que lo espiritual estaba de capa caída. Mas aprecio tras estos días que, lejos de ser así, la creencia en lo trascendente sigue en los corazones de la gente en general, y de los jóvenes en particular.
Si nos preguntaran a cada uno de nosotros sobre el valor o la importancia que el amor ha tenido en nuestras vidas, probablemente no tengamos que pensar demasiado porque nos vendrán a la memoria aquellas personas que han marcado nuestro mundo en algún momento determinado.
Esto es así porque sí… me expulsan los rayos, me estrenan canciones los enamorados, me condicionan la dulzura, me traicionan el alma, me culpan de culpable, me duele la piel...
Escribo poemas al Alba, sugiriendo mi derrota, mi derecho a la vida y perfeccionamiento idiota. Y a ti te dejo pensando en los aires de grandeza, de seguir sobreviviendo sin dolores de cabeza muy lejos, lejos de mí. Eso es así... así lo cuento... así lo veo, así se debe conocer.
Me veo en el espejo y veo el tiempo, que en el silencio, ya no muere. Mi rostro lleno de quebrantos, arrugas en mis ojos, en mis labios.
Quedan dos folios y quiero acabar, de letras llenar este universo muerto, quedan sólo dos por escribir, ojalá llegue a algo en mi interior de gata loca. Quiero curar mi dolor agudo en este pecho de golondrina. Deseo lo peor a todos los que me desean lo peor, yo soy del ojo por ojo, yo soy del diente por diente...
2002, 2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2008: siete años que no nos deja la lluvia, siete años llevándolo y es mucho tiempo en que no comprendo la razón. ¿Cuándo acabará ésto?, tendré paciencia. Lulita, hijita, coge el paraguas, soy la de la sombrilla en que descansas, la de las sábanas blancas, la que consigue el amor cuando la lluvia le cae encima de manera despiadada.
Todos en algún momento de nuestra vida nos sentimos aturdidos por algún tipo de miedo, muchos de ellos superficiales como consecuencia, a veces, de experiencias previas que hemos vivido pero que no tienen por qué volverse a repetir, y otros que pueden influir emocionalmente y que nos pueden llegar a paralizar de forma drástica.
Muchas veces queremos controlar la vida, y si un ser querido está en el hospital, controlar los pronósticos médicos y la función de las enfermeras, y luego si muere la organización del funeral y así queremos que todo esté dependiendo de nosotros, hasta que colapsamos…
Sueño la luna y el sol y las estrellas en la tarde de gloria llena para mí, sueño gritar... libertad, ya lo sabéis, sueño sin detenerme a pensar. He triunfado en medio de la adversidad de cartón piedra y seré dichosa por haber conseguido, por fin, la paz. Llenar páginas blancas para decir lo que siento, lamento profundo y clima sin control.
En nuestro día a día nos relacionamos con muchas personas. Generalmente, aquellos que nos influyen más, serán los que conformen nuestra familia, amigos o pareja. Será con ellos con los que nos sintamos más cómodos para mostrarnos tal y como somos, pero pudiera suceder que, a veces, la sinceridad pueda sobrepasar determinados límites o la propia confianza excederse de unos rangos y dar lugar a ciertos problemas personales.
El amor es algo que se debe demostrar día tras día, es algo que tiene que estar presente cuando dos personas se quieren y desean tener “algo” juntas. Ya no se trata tanto de futuro, porque la vida es la que se encarga la mayoría de las veces de cambiar o modificar los destinos y sobre todo, porque no sólo el amor es suficiente para que se vaya consolidando ese proyecto.
Volverse loco amando a quien te da la espalda y quejarse viendo al otro sonreír en sus hazañas de cristal fino pero frágil, volverse loco odiando tanta inteligencia que te hace daño, volverse loco preguntándose cómo se puede cosechar tanta maldad interior.
Al caer la tarde, amada mía, deseo cantar los recuerdos de tu amor. ¡Cómo brillaba el sol en aquellos campos llenos de vida joven! Tu figura, sencilla, acariciaba la tierra estéril de mi corazón. Llorabas entre mis manos, llenando de vida mis ojos, que te miraban. Tu sonrisa abrazaba mi angustia y todo mi ser se llenaba de ti.
¿Qué será?, quise ser rosa y no intervenir, en mi interior no sentir, ahogarme en un vaso de leche fresca, pero sigo siendo yo. Saqué el pasaporte para regresar a mi Caracas a vivir, vuelta al pasado y punto final, lugar donde comencé lo que ahora debo continuar, yo, única y universal.
Mientras iba una hija al entierro del padre, murió en coche… la madre, desconsolada, me decía: “me estrellaría la cabeza contra la pared, si sirviera de algo… pero tiene que haber algún sentido… no es posible tanto absurdo”. Y mirando su otra hija, pensaba: “yo que quise solo una, menos mal que Dios me dio otra, sino que haría ahora… me queda este consuelo”.
Quisiera retroceder, no ser juzgada, ¿para qué?, si quieren digo que son “grandes” y aquí no ha pasado nada, hombres que están confundidos, que saben de bacterias, de carne y huesos, de glóbulos rojos... pero no de fe.
La radio escuché, no encontré el silencio, la radio escuché, su sonido me enamoró, soy yo, soy yo, el yoyo, el sonido gusta, y yo, sigo escribiendo tonterías de las que me arrepentiré, música memorizando y deseando acabar ya con esta melancolía, otros la olvidarán y para ellos serán palabras pasajeras, verbo a verbo, angustia milagrosa y querer sobrevivir.
|