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Las orejas del lobo

Lo meritorio está en reconocer la grandeza de la vida sin necesidad de que la muerte te lo recuerde, en avanzar por ella sin tacañerías sentimentales, sintiendo y haciendo sentir bien
Manuel Rebollar Barro
martes, 31 de diciembre de 2024, 09:31 h (CET)

No quise ver el documental sobre los últimos días de la vida de Pau Donés, Eso que tú me das, cuando lo emitieron en 2021 por temor a experimentar sentimientos encontrados. En su momento recibió muchas críticas positivas que hablaban del buen morir y de los magníficos consejos dados en un momento tan esencial como es el de encontrarte a las puertas de la muerte, con fecha de caducidad, y afrontarla con esa manera tan positiva de marcharse. En estos días navideños, cuando nos acordamos de los que ya no están y el final de año nos lleva a repasar lo vivido, he decidido hacerlo, confirmando que mis temores no estaban infundados. No quisiera que se me malinterpretara, que lo único que pretendo es reflexionar un poco sobre el contexto en el que alguien expresa lo que expresa, más allá de lo dicho.


Aunque comparta completamente el hecho de que es estupendo saberse ir, creo que lo excepcional reside cuando todo eso que se predica al ver las orejas al lobo se hace de manera natural y no porque sepas que la muerte ya te mira a la cara. Es necesario entender que dejarás de ser y que el mundo continuará sin ti del mismo modo que hubo un tiempo en el que el mundo existía antes de ti. Por eso es lógico que, cuando eres consciente de que te queda poco, te aferres a la vida y des consejos sobre lo que no debes desperdiciar o lo que harías si tuvieras más tiempo. Pero, claro, lo haces porque ya no te queda nada, porque, como él afirma en el documental: "la vida son tres días y dos han pasado ya". Y es entonces cuando recapitulas, cuando, ante la proximidad de lo inevitable, hablas de aprovechar lo que tienes aquí, de estar con los tuyos, de dar besos y abrazos, de decir y mostrar más veces cuánto quieres a las personas que te importan. Y es hermoso, cuidado, muy hermoso, y nos saca la lágrima porque la empatía irrumpe y lo llena todo, pero lo ideal sería que eso se practicase no porque se sabe el final, sino porque se es consciente desde el primer momento y en plenitud de facultades de que eso es lo que hay que hacer.


Lo meritorio está en reconocer la grandeza de la vida sin necesidad de que la muerte te lo recuerde, en avanzar por ella sin tacañerías sentimentales, sintiendo y haciendo sentir bien, emocionándote, conmoviéndote ante las múltiples realidades que tenemos a nuestro alrededor. No hay que esperar a que un diagnóstico médico nos anticipe la fecha, estás en la vida, ergo vive y haz vivir. El resto son lamentos, importantes para quedarse en paz consigo mismo, pero evitables si nos tenemos que esperar a que vengan "los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras" para recordarnos la esencia de la humanidad, que no es otra que el concepto efímero de la existencia.


Y estoy de acuerdo en todo lo que dijo, palabra por palabra, pero me impacta menos por cuándo lo dijo. Descanse en paz, Pau Donés, intentemos seguir sus consejos, pero no esperemos tanto. Hoy mismo, último día del año y en la cena familiar, sería la fecha adecuada para comenzar a hacerlo.

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