Si nos preguntaran a cada uno de nosotros sobre el valor o la importancia que el amor ha tenido en nuestras vidas, probablemente no tengamos que pensar demasiado porque nos vendrán a la memoria aquellas personas que han marcado nuestro mundo en algún momento determinado. No tendremos que recordar el motivo por el que se crearon cicatrices en nuestro corazón ya que eso es algo, que a pesar del tiempo, tendremos para siempre ahí. Son experiencias que adquirimos en las que el dolor nos hace avanzar. Y es que son pocas las personas que pueden decir que el primer amor de sus vidas fue el definitivo y porque el amor, como los años, avanza y madura y si no es en la misma consonancia puede dar lugar a quebraderos, muchas de las veces, esperados.
Vamos cumpliendo años y con ello, sumamos instantes con diferentes personas, las cuales se han convertido en compañeros o compañeras de vida en diferentes etapas vitales. Hemos ido dando parte de nosotros a cada uno de ellos y perdiendo parte de nuestra identidad en cada una de esas entregas porque ya nunca volveremos a ser los de siempre. Se llevan algo que, quizá nunca lleguemos a recuperar como pueda ser la inocencia o la confianza.
Cada una de las personas que pasan por nuestra vida en cuestiones de amor nos enseñan algo ya sea para bien o para mal. Y en cada una de esas relaciones nos comportaremos de forma diferente porque no querremos que el final sea el mismo que en las anteriores ocasiones o porque, sencillamente, no esperemos lo mismo.
No podremos mostrarnos de igual manera cuando carecemos de conocimientos en temas amorosos a cuando ya llevamos un bagaje a nuestras espaldas. Y es que en estos asuntos, la experiencia también es un grado y entenderemos que el amor desinteresado y puro sólo parece existir en los comienzos pero que en realidad, el amor siempre estará plagado de miedos, incertidumbre e inseguridad cuando hemos compartido nuestro camino con algunas que otras personas. El amor puede ser práctico y equilibrado, puede ser temporal o parecer indefinido, puede ser único o compartido, pero sobre todo debe ser real y eso quiere decir que debe existir algo que nos una de forma sincera con otra persona.
El amor, con el paso del tiempo, duele porque es una meta a la que poca gente llega con ilusión y cariño, porque todo el mundo se compara y aparenta, y porque por no querer estar solo, a veces supone, juntarse con alguien que se presente por el mismo camino, para después si hay compatibilidad empezar a quererse. Y es que a veces, uno puede preferir eso para evitar sufrir y hablar de sentimientos.
Y es que si una persona le pregunta a otra, sobre si aún cree en el amor, debería ser sincero consigo mismo y contestar sin tapujos y formalidades. Decir lo que piensa y reconocer que el dolor del pasado, a veces, te puede paralizar, que el miedo al compromiso te puede agobiar, que los celos te pueden confundir, que las malas experiencias te pueden hacen ir poco a poco, que no estar preparado para convivir no es querer menos, que no querer tener hijos no es renunciar a la pareja… todos son pensamientos que podemos tener en nuestra cabeza que nos hacen configurar un tipo concreto de amor en el que lo que queramos o no queramos deberán estar en consonancia con la otra parte porque si las expectativas de ambos coinciden sentiremos esa ansiada sintonía pero si no es así, surgirá la decepción.
El amor, como otras tantas emociones es algo a lo que no podemos renunciar por más que a veces nos pongamos determinadas corazas para no mostrarnos tal y como somos, y sobre todo cuando llevamos atrás unas tantas experiencias. Amar es algo innato, algo que está presente y que cuando se comparte puede ser maravilloso pero que, por otro lado, cuando se ama se tiene miedo y a veces, evitamos querer para no sentir ese miedo a perder a la persona a la que, en este caso, queremos. Pero a pesar de que amor y miedo vayan unidos, al final merecerá la pena haber sentido, porque se trata de emociones que nos hacen permanecer vivos.
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