Si damos una vuelta por las distintas calles de cualquier ciudad podemos apreciar perfectamente la transformación que se ha producido desde hace unas semanas hasta ahora, es decir, las fachadas, los árboles y los escaparates están decorados con luces y productos navideños que inspiran un ambiente más cálido con respecto a otras épocas. Las personas pasean con sus bolsas cargadas de regalos para no perder ni una sola oportunidad cuando a descuentos se refiere y los centros comerciales están inundados de turrones, mazapanes y diversos productos típicos.
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Ha llegado la Navidad para quedarse durante bastantes semanas, y es en estas fechas cuando parece que tenemos la “obligación” de reunirnos con nuestros familiares, ya sean cercanos o con aquellos a los que sólo vemos esos días de festejos y comilonas. Solemos catalogar todo esto como momentos perfectos, donde invitamos a aquellos, incluso, a los que no tienen con quién pasarlo. Es algo así, como los instantes más idílicos del año donde todo alcanza casi la perfección con la felicidad y las buenas intenciones que todo el mundo alberga en su interior. En cierta manera, tenemos una justificación para ser buenas personas durante esos días.
Pero más allá de todo lo que se ve, las navidades no son iguales para todo el mundo porque pueden traer consigo demasiados recuerdos. Los niños son los que más disfrutan de todo esto, eso está claro, poniendo el árbol, esperando a los Reyes Magos, disfrutando de cada nuevo instante que la magia de esta época les trae. Pero los adultos, en muchas ocasiones, no hacemos más que fingir algo en lo que hemos dejado de creer desde hace años atrás. Muchas veces lo hacemos por ellos y otras, porque quizá no queramos dar explicaciones de la melancolía que supone no tener a determinados familiares consigo, ya sean porque la vida se los haya llevado o porque, por otras circunstancias no podamos verlos cuando siempre lo hemos hecho. La nostalgia y la añoranza en estas semanas pueden llegar a ser mucho más fuertes que en otros momentos porque lo asociamos con esa sensación de satisfacción y de bienestar que nos producía estar con ellos y ahora, ya no podemos. Y es que, aunque suene a tópico, muchas veces no valoramos a quienes tenemos hasta que los perdemos totalmente o surgen ausencias temporales en nuestra relación con ellos.
La Navidad tiene diversos significados según para quién. Probablemente, si preguntamos a personas jóvenes sus respuestas serán básicas, en la mayoría de los casos, y no tendrán apenas pérdidas en su vida, exceptuando algunos casos concretos, pero si lo hacemos en otros, más mayores, el dolor se instaura ante la llegada de estas fechas. Los recuerdos y la memoria les harán retroceder en el tiempo cuando en sus vidas se hayan producido cambios para acordarse de lo que suponía esta época.
No podemos dar por hecho que a todo el mundo le guste celebrar la Navidad con sus comidas y cenas llenas de auténticos manjares, los cuales, a veces, sólo se pueden permitir en estas fechas. Cada vida es diferente, cada experiencia nos marca y cada pérdida de alguien a quien queremos, nos modifica por completo la vida y su valoración futura. Existirán personas más fuertes y otras, que según vayan avanzando estos días, desearán que pasen de la forma más rápida que pudiera existir. Pero sea de un modo u otro, no podemos olvidar que cada uno recibirá esta época como considere y nadie debe forzar a celebrar nada si de verdad no quiere.
Existirán diversas formas de enfocarlo: algunos estando solos o yéndose fuera de su círculo habitual para desconectar totalmente; otros que finjan algo que no sienten o que quieran hacerlo sólo con los que tienen relación de forma constante. Algunos no podrán parar de llorar y sentirse tristes, y otros no pararán de salir y disfrutar con sus más allegados. Algunos que se encierren en sus casas sin tener apenas contactos, y otros que serán auténticos relaciones públicas insistiendo en hacer actividades de todo tipo. Algunos que actuarán por cortesía y educación ante su familia política, y otros que, directamente, renegarán de ellos con excusas absurdas para evitar el contacto. Algunos a los que les gustará lo sencillo, y otros que querrán grandes ostentaciones porque la ocasión lo merece.
Es decir, la sociedad está constituida por un gran número de personas que viven de forma diferente y a aquellos que se sienten más perdidos en esta época no les queda más remedio que aguantar lo mejor que puedan para superar los duros momentos que supone avanzar sin tener el calor de alguien que han perdido y que ya no podrá compartir su cubierto en la mesa. Y es que, aunque no estén presentes físicamente, sí que lo estarán por siempre en el corazón, a pesar de que estas épocas revivan esa dura sensación de nostalgia.
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