Todos hemos conocido aquel niño rebelde, caprichoso y mal educado que constantemente está pidiendo cosas a sus padres y nunca está satisfecho con lo quele dan. En este país en el que vivimos somos muy proclives a dejarnos llevar por las rabietas, el victimismo, la insatisfacción y la tendencia a querer que todo se haga a nuestro gusto, sin tener en cuenta que es preciso, en muchas ocasiones, para obtener algo que nos satisfaga hacer concesiones, soportar molestias, aceptar ciertas limitaciones y, en general entender que, en la mayoría de ocasiones, el obtener un resultado positivo para nuestros negocios, nuestra nación o nuestro pueblo, supone ciertas molestias adicionales que, en la mayoría de los casos, resultan inevitables y, en cierto sentido, lógicas.
Es obvio que, en aquellos lugares en los que el turismo se ha convertido en la principal fuente de ingresos para la ciudadanía, los unos con más solera en el oficio, como las Baleares o las Canarias y otros más recientes como Cataluña ( antes la referencia de la industria, el comercio y los negocios, en España) Madrid, Galicia, Andalucía y otras regiones o localidades que han decidido potenciar los factores naturales que favorecen la llegada de turistas foráneos, como son el sol, la buena gastronomía, las playas, las montañas o la nieve; creando emporios hoteleros y lugares de esparcimiento que ayuden a promocionar el reclamo turístico de cada lugar. Sin embargo, empezando por Cataluña, la eterna descontenta con todo lo que se refiere a reclamar más ayudaeconómica del Estado, que nunca le parece suficiente, y a conseguir una economía propia (ha desperdiciado aquella que la caracterizaba como motor económico de España, al anteponer sus intereses independentistas a su potenciación como la comunidad más rica de España) que ahora ha derivado hacia el turismo variopinto, en especial el de congresos, visitas colectivas, exposiciones etc., en unos sectores que se le vienen mostrando favorables.
Sin embargo, la llegada a la alcaldía de la ciudad de Barcelona, de una activista antisistema del partido comunista, la señora Ada Colau, vino a entorpecer el desarrollo que parecía imparable de las infraestructuras relacionadas con las distintas facetas de las que consta el mundo del turismo. Se empeñó, la señora Colau, en buscarle los tres pies al gato, mediante el intento de ponerles palos a las ruedas de la actividad que, últimamente, mejores resultados le venían proporcionando a la capital de Cataluña y todo ello mediante una moratoria por la que se dejaban en suspenso todos los proyectos en proceso de ejecución o en vísperas de su inauguración, del sector de la hostelería y restauración de la ciudad catalana. Ello vino a comportar la restricción del número de cruceros que podían recalar en el puerto de la ciudad, bajo la excusa de que el número de turistas que se desplazaban por la capital catalana era excesivo y ello molestaba a alguna parte de los ciudadanos que residían en ella.
Estamos hablando de los tiempos en los que el Covid 19 empezó a hacer estragos en la población española y que, en consecuencia, hubo que decretar ( inconstitucionalmente) un confinamiento y un parón que afecto a todo el sector comercial, industrial y de servicios de toda la nación que quedó, prácticamente, paralizada durante unos meses de gran agobio para la ciudadanía. Los últimos años han sido una catástrofe para toda la actividad relacionada con el turismo y han sido, también, miles las empresas que tuvieron que bajar la persiana por no disponer de medios para aguantar la grave crisis originada por la pandemia. Todas las regiones que más turismo recibían,fueron las que notaron, con mayor intensidad que el resto, los efectos negativos del Covid19 y, el desempleo aumentó exponencialmente entre los empleados de bares, restaurantes, hoteles y demás actividades relacionadas, directa o indirectamente, con la llegada de turistas. Todos se lamentaban, se quejaban pidiendo subvenciones del Estado y, la mayoría de ellos, tuvo que acudir al despido, expedientes de reducción temporal de plantilla y, en otras ocasiones, se limitaron a cerrar definitivamente el negocio, ante una situación que no les permitía sobrevivir.
Pero ahora, ha sido nuevamente la señora Colau y su equipo municipal que, ante la reactivación de la demanda turística (ojo que puede tratarse de una mera ilusión temporal, si lo de Ucrania va a peor), parece que vuelve a las andadas y ha resucitado aquella idea “genial” de limitar el número de cruceros que pueden venir con sus viajeros al puerto de Barcelona, en visita turística. Otra vez parece que la queja de las izquierdas, alegando molestias para la población oriunda, es la que ha calado en la señora alcaldesa que, no contenta con situar a Barcelona en lo que se pudiera entender como un caos circulatorio en su pretensión de librar a la ciudad de los vehículos privados y de saltarse las normas constitucionales en lo referente a los derechos de propiedad de los inmuebles de particulares; ahora, desde su caja de cristal del ayuntamiento catalán, ha decidido que tanto turismo no conviene a los catalanes. Si viene, porque viene demasiado y si no viene porque Barcelona amenaza con el crac de su principal industria: el turismo.
En Baleares, desde hace años convertida en una sucursal del gobierno catalán, bajo la tutela de la incombustible señora Francina Armengol, también comunista y de ideas separatistas; parece que su ayuntamiento también ha decidido limitar la presencia de cruceros en el puerto de Palma. Ni que decir tiene que Baleares entera, sin apenas excepción alguna, no de ahora, desde antes de la Guerra Civil, ya formaba parte de aquellas partes del mundo en las que el turismo era una parte esencial de su modus vivendi. Desde que el archiduque Luis Salvador de Absburgo -Lorena, en 1872, compró en la isla de Mallorca la localidad de Miramar, instalándose en ella, se dedicó a escribir profusamente sobre las delicias y la paz de aquella región de España; se puede decir que el turismo ha sido una constante en la isla de Mallorca, solamente interrumpida por la Guerra Civil y, posteriormente, se fue extendiendo al resto de las islas del conjunto de las Baleares.
Como decíamos al principio de este comentario, en cuestión de negocios el pretender que todo sean ventajas resulta siempre una utopía y, cuando una comunidad decide poner pegas,limitar o encauzar la presencia de visitantes extranjeros, lo único que hace es tirarse piedras a su propio tejado porque, a nadie que va a pasar unos días de asueto en un lugar de veraneo, le gusta que el sitio que está visitando se convierta en una especie de camino obligado por el que se ha de pasar sin poder salirse del itinerario que se les ha trazado desde la Administración. Luego, cuando se produzcan otras crisis, o, simplemente haya otros lugares donde se les ofrezcan mejores condiciones, estos turistas que ahora nos sobran puede que entonces los estemos añorando.
Resulta poco menos que una boutade el que un periodista del panfleto catalán La Vanguardia, escriba un artículo en el que dice que “Barcelona precisa hoy la colaboración estrecha del poder municipal con la iniciativa privada”. ¿Se trata de un chiste o, este señor no se ha tomado la molestia de observar como viene tratando el Ayuntamiento de la ciudad a la iniciativa privada? Cuesta entender que alguien, que seguramente reside en esta capital catalana, ignore lo que viene sucediendo desde que la señora Colau se instaló en el sillón del ayuntamiento catalán y decidió convertir Barcelona en una sucursal del Kominform soviético.
La ciudad donde de dan más casos de okupas de toda España y donde el propietario de un piso no puede irse de vacaciones sin pensar que, a su regreso, se va a encontrar su vivienda ocupada por otras personas a las que es un calvario judicial y una pérdida de tiempo el obligarlas a marcharse. ¿A quién pide, este cándido señor, que acepte las normas de una parte de la Administración local española (¿o catalana?) que lleva años infringiendo la Constitución y recibiendo palos de la Justica nacional, por sus actuaciones impresentables en contra de los derechos de propiedad privada?
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como la izquierda española se está ganando a pulso que se le busque el relevo urgentemente, antes de que consiga con sus desmanes, engaños y martingalas, acabar con la poca democracia que ya está quedando en España, donde los dirigentes socialistas y comunistas, que siguen al frente del Gobierno, insisten en convertir a la oposición en el enemigo a batir, mientras ellos intentan consolidarse a base de mentir al pueblo e intentar convencerlo de que los malos son los que no solo no gobiernan sino que no tienen posibilidades de acabar con el caos existente, en la actualidad, en toda España.
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