Los desequilibrios y desigualdades nos acechan a cualquier hora con toda clase de modalidades; lo podemos apreciar en torno al enorme despliegue de posibilidades. Las informaciones noticiosas abundan en las diferentes actividades, emergen con gran generosidad; aunque también es del acervo común la escasa atención prestada a la calidad de los contenidos manejados. Es chocante la discordancia entre saberes y sus aplicaciones. De tan exactos y sabios como pretendemos mostrarnos, sorprende eso de vernos ocupando los peores grados de la ESTUPIDEZ, o quizá no sorprenda tanto a la vista de las preferencias demostradas. Sentimos su peso en las espaldas, cada uno dirá sobre su intensidad.
Aunque nos veremos obligados a reconocer las dificultades para poder determinar en cada caso las características determinantes. No siempre acudimos al estudio de los eventos con franqueza, con demasiadas ideas preconcebidas desviamos la búsqueda hacia objetivos partidistas. Por añadidura, en los distintos ámbitos comunitarios, y no digamos si incluimos la amplitud de las redes y sus anónimos; son de índole habitual los POSTUREOS de lo más insólitos. Las poses no se ciñen a posturas criticonas, aparentan criterios o simplemente se presentan con identidades falseadas en su totalidad. Centrados en destripar los entornos, atendemos con menor ímpetu a las tareas de colaboración.
Los misterios profundos apenas nos inquietan, por inaccesibles. A diario nos alteran influencias de origen desconocido bien perceptibles. Ante ellas no sirve el desdén de pasar de largo, inciden en directo sin pedir permiso. Casualidades, premoniciones, algo flotando en el ambiente, incluso ruidos o voces, pueden hacernos pensar en seres imperceptibles de indudable presencia. En la avanzada civilización de los mayas tenían asumida la presencia de los DUENDES, ellos los llamaban Aluxes. Con la petulancia moderna ni se mencionan, mueven a sonrisas displicentes. No obstante, se niega lo evidente, surgen agentes endiosados y tramas impensables; nos recuerdan estos entes, estén fuera o dentro de las cabezas.
Los adelantos logrados por aquellas civilizaciones utilizando medios rudimentarios fueron de gran alcance; su talento para la observación es difícil de superar incluso hoy en día. Parece una osadía fuera de lugar achacarles un primitivismo mental por su percepción de duendes o similares en sus andanzas; se les atribuye falta de registro físico, no alcanzaban al duende y estos eran insobornables. Más osadía todavía si ese trato despectivo surge desde los ambientes actuales, en los cuales proliferan las PRESENCIAS inabordables, de intenciones ocultas, con frecuencia perturbadoras de la convivencia. Las casualidades reflejan intervenciones foráneas encubiertas; superamos con creces a los mayas con estos tipejos.
Lo queramos o no, cada individuo refleja una condensación de influencias inusitada. Comienza con el largo brazo de la genética una serie interminable, desde cada rincón ambiental al cosmos. Esa implicación común parece suficiente argumento para mirarnos de otra manera, a las personas y al resto del mundo; como mínimo, eliminando las malas actitudes preconcebidas. No son fáciles de entender las posturas adoptadas en sentido contrario, esas muestras generalizadas de falta de RESPETO hacia los propios elementos constituyentes. Acaban en una intemperancia perjudicial para el actuante, ataca sus fundamentos básicos. Las vacaciones de la razón y la inteligencia apuntan a las tendencias arbitrarias y sus consecuencias.
Giramos en torno a un fenómeno de cancelaciones progresivas, no aparecen entidades o conceptos con la suficiente entereza para dirigir nuestras actuaciones. Da igual si sale a colación la idea de Dios, la familia, la vida, la ética o la moral; las hemos desplazado a espacios secundarios, ninguna figura tiene la adecuada aceptación. Pergeñamos unos ambientes deslucidos, sin figuras ilustrativas. Con la paradoja de una gente formada con las mejores tecnologías, acaparando frustraciones multifacéticas. Como consecuencia, surgió desde ese halo de preocupación un fuerte anhelo de reconversión existencial, sin perfilar la manera de cumplimentarlo. Una INVITACIÓN generalizada para elaborar esas respuestas; pero hacerlo desde el vacío es contradictorio.
Tenemos en nuestras manos el acceso al misterio de los relatos; a través del lenguaje construimos el sentido personal de esa porción de vida intransferible. Ahora bien, no perdamos el hilo, nos avisó León Felipe de la inusitada variedad de esas narraciones, incidió de manera especial en las numerosas elaboraciones de contenidos vacuos, tortuosas, embaucadores y engañosas. Después de husmear en la amplitud de las comunicaciones, como él, hemos encontrado ejemplos dispares de lo más inverosímiles. Consiguen ensombrecer las realidades rutilantes y ya tenemos vistos todos los CUENTOS deformantes. Emergen en el tablero existencial para arrastrarnos a sus socavones.
Qué le vamos a hacer si quienes no saben, pretenden ejercer de sabios, los sabios no se pronuncian y al final no salimos de dudas ni por aproximaciones. Es atrevido el carácter de las ignorancias; por otra parte, sean pasivas o voluntarias, nunca desaparecerán de la órbita humana. Eso del saber y hasta qué punto, tiene su miga y es de una complejidad enorme. En estas parcelas existenciales, destaca la facilidad de manifestarnos como INCAUTOS, por no afrontar con dignidad la incertidumbre natural, caemos en sus redes sin remedio. Cabría esperar una franca colaboración de los involucrados en ese desconocimiento de fondo y en cambio se acentúan los encontronazos, minando la convivencia.
El ruido puede conducirnos a situaciones delirantes, la intuición hasta se transforma en porte rumboso y adheridos a la ligereza admitimos nimiedades sin pausa. Metidos en esa parafernalia ajetreada es habitual la entrada en cualquier espacio muy concurrido en cuanto al gentío, donde apenas hallamos entes o entidades relevantes. Los empujones y avalanchas, los aires impulsivos, incluso la proclamación de consignas; provocan cambios y desplazamientos. Es muy diferente la VIBRACIÓN personal por la consonancia del conjunto de cualidades de ese sujeto. El requisito de esas vibraciones reivindica la presencia de la persona como tal, para no ser arrastrada por la vorágine vocinglera, ni la peor insidia de los manipuladores.
En las maneras de proceder se aprecian fundamentalmente dos tendencias opuestas. El toque FRUSTRANTE de quienes se centran en el fenómeno de ser arrastrados por la corriente general de las actuaciones, con las mínimas aportaciones propias. Dando por buenas sus satisfacciones iniciales tras haber elegido ese camino, al final se encuentran fuera de órbita con el consiguiente desengaño.
Es completamente distinto el grupo del toque FASCINANTE, de aquellas personas con las preferencias de centrarse con el recurso de sus cualidades activadas. Seleccionaron su grado de colaboración comunitaria sin renuncia de su bagaje particular. Sin mengua de sus colaboraciones, disfrutan de su esfuerzo creativo, sintiéndose además de participantes, con capacidad de discernimiento y decisión.
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