La historia narra que cinco siglos antes de Cristo, el último rey de Roma Tarquinio, sugestivamente apodado el soberbio, fue derrocado por un tal Porsenna produciendo el advenimiento de la República. La transición al Consulado no fue inmediata, habiendo partidarios de la monarquía, la República y de la Liga Latina, entre otros bandos, y en forma análoga a lo que sucedería en otros paisajes de la historia, los conjurados triunfantes carecían de una fórmula institucional para reemplazar a la monarquía.
Una etapa intermedia fue la de los pretores máximos, y la era de los cónsules evolucionó con Sila a una dictadura, transición camino al imperio. Los dictadores romanos fueron los primeros hombres fuertes de la historia, en su mayoría militares que también eran hábiles políticos, y cuya gestión fortaleció el personalismo derivando en el imperio.
Cuando las colonias de América decidieron deshacerse de los imperios hispano, lusitano y británico, volvió la duda ancestral de una fórmula institucional que reemplace a los monarcas de ultramar, que nombraban virreyes que en América se enfrentaban a una compleja realidad social que les dificulta ejercer el poder.
Quedó en la historia la propuesta de los libertadores de América, entre ellos José de San Martín y Manuel Belgrano, de reemplazar el poder de las monarquías europeas por el reinado de un cacique de pueblos originarios.
A mediados del siglo XIX el español Idelfonso Bermejo describió en clave de humor el funcionamiento institucional de la República del Paraguay, que según versiones, satiriza por el resentimiento de no haber podido hacer fortuna en este país.
La primera República paraguaya acabó destruida por la devastadora guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, en 1870, iniciando una larga búsqueda de identidad que aún no tiene definitiva solución de continuidad. De ahí la propuesta de una "Nueva República" que aglutina a importantes actores políticos y sociales en Paraguay, bajo el liderazgo de Euclides Acevedo.
La propuesta renueva los ideales que desde Platón han sido inspiradoras de justicia para toda la humanidad: una división de la sociedad que aunque clasista, implica que las separaciones de los compartimentos sean permeables.
De la timocracia a la tiranía, pasando por la oligarquía y la democracia, el hombre ha hurgado siempre en el modelo institucional más compatible con sus ideales.
En el caso de la Nueva República paraguaya, no está ausente el sueño que inspiró a los padres republicanos, e implica reabrir un debate que no sólo atañe a la política, también a la educación, la justicia y la ética.
Al cabo de tantos siglos de aventura humana, basados en el ideal de República, no puede dejar de sorprender que lejos del desengaño, los hombres siguen atesorando tan esquiva y compleja ilusión. Lo dijo Ortega y Gasset: A la ilusión republicana la salvará siempre pensar con grandeza, sacudirse de lo pequeño y proyectarse hacia el porvenir. LAW
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