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¿Fin de la era bipartidista?

Manuel Senra
lunes, 30 de noviembre de 2015, 23:34 h (CET)
Según previsiones, a la vista de lo que refleja claramente la geografía política de este país, a los políticos españoles, por libre decisión de los ciudadanos, no les queda otro camino que el olvidarse del bipartidismo; lo que quiere decir que nadie se debe extrañar del seguro cambio de escenario político en las próximas elecciones; ya hace tiempo que en otros estados de la Unión se viene poniendo en práctica, con espíritu de gobierno, tales acuerdos: de dos o incluso tres partidos político, solo, claro está, si no hay mayoría absoluta.

Aunque es bien cierto que España ha madurado mucho en este campo, en la memoria reciente tenemos las elecciones municipales y comunitarias (aunque todavía anden algunas tocando la misma canción, sin llegar a entenderse). Y dado que la dictadura, de hace ya 40 años, feneció, sin posible resurrección, afortunadamente, los ciudadanos de a pie somos más libres y vivimos más politizados que nunca. Cierto es también que la voz de los novísimos parece haber conectado con el pueblo; por lo que no son pocas las posibilidades para gobernar, aunque sea en coalición. Y, aunque anden posiblemente algo faltos en el fondo y en la forma, sí tienen suficientes agallas para levantar un pueblo, y con muchas posibilidades de cambiar la faz de esta España, todavía corrupta y tan atrasada en muchos campos. A decir verdad, cerca de las elecciones del 20-D, se va observando el hipotético arco parlamentario. Y es claro que en el mapa de los partidos aspirantes hay un panteísmo sin demasiadas desigualdades. Lo que nos lleva al hecho de que tendrán que buscar fórmulas de coalición para formar gobierno. Algo que no es sino la manera más rápida y segura de atajar la corrupción y de entender la manera de reparar muchos de los desarreglos sufridos. Y serían ellos, los partidos coalicionados, los herederos “de la herencia recibida”. Claro que para más eficacia en la consecución de dichos objetivos haría falta más jueces, igualmente honestos e imparciales, que arrimaran el hombro. Y creo que los hay.

Lo cierto es que no se conoce todavía el panorama político posible de los aspirantes a gobernar España. Se ve la celeridad con que se están eligiendo a los candidatos. Y, aunque ya solo falta menos de un mes para las próximas elecciones, cada grupo anda ya sacando sus cuentas. La mayoría pensando en el gigante de la corrupción sin freno. Corrupción que, por otra parte, no es nada nuevo en esta España nuestra, ni más acentuada que en otros momentos históricos. Pues la dictadura franquista fue tremendamente virulenta en este capo, al punto de que se retroalimentaba parte de la economía del país, gracias a la cual se iba tirando. Toda vez que las relaciones comerciales exteriores, salvo la emigración, las exportaciones apena representaba algo.

Pero esto ocurría no solo en la Dictadura de Franco, sino, echando mano de los diarios de Manuel Azaña (23 de agosto de 1931), aunque solo sea de un modo anecdótico, Azaña escribió: “Recibo a una gran comisión de “fuerzas vivas” de Sevilla, capitaneadas por Martínez Barrio, (hijo de familia humilde, llegó primero a ser Presidente del Gobierno y luego a Presidente de la Segunda República Española). No falta, claro es –continúa el Presidente- el melodramático alcalde. Vienen a pedir dinero. La manía de la grandeza y un errado cálculo de provecho que engendró la Exposición de Sevilla, y la desaforada granujería que presidió en su administración, han sumido a Sevilla en la bancarrota, más el crecimiento de criminalidad que la azota. Quieren ahora estos señores que el Estado vierta más millones para salvar al Ayuntamiento de Sevilla. Así están los incontables ayuntamientos de España, a causa de los despilfarros a que se arrojaron en tiempos de Primo de Rivera. Hemos cambiado buenas palabras”.

En este pequeño texto puede verse lo de siempre: cada uno se encarga de echar la culpa ‘en los otros’, y cambiando buenas palabras cada uno volvió a sus asuntos.

Finalizo con el tan manoseado tema del bipartidismo apuntando que los partidos menos minoritarios tendrán posibilidades de estar en el nuevo gobierno; sobre todo aquellos que son verdaderamente políticos, los que han dejado trabajos más tranquilos e incluso mucho mejor remunerados solo porque, a ellos, lo que de verdad les importa es sentirse útiles a la ciudadanía. Y eso es digno de encomio.

De cualquier modo, en tanto no se pone en práctica todo esto, me temo que aun tardaremos tiempo en levantar cabeza. Pues en la mente de los ciudadanos late el miedo a ese futuro que cada día se nos está haciendo menos soportable, por mucho que se diga que ya estamos saliendo de la crisis, la Unión sigue apretando a Rajoy. Y en España –dicen en Bruselas- se sigue resistiendo la Gran Recesión. Hay exceso de desigualdades. Una exagerada deuda pública. El paro no acaba de arrancar. Los índices de pobreza han aumentado. Pero, ah, el reloj del 20-D ya está en su vertiginoso tictac.

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