La frase que me sirve de título es una verdad a medias y solo válida para la España oficial, ya que, en el resto del mundo, el español no deja de crecer constantemente y está entre los más bellos y aceptados. Parece mentira que todavía tengamos que aguantar, tanto en el lenguaje escrito como en el hablado, a los acérrimos que se mofan de nuestra bella lengua; y, lo que es peor, a quienes se dicen defensores “con la boca chica” y actúan casi con el mismo desinterés que los otros.
Voy a poner un solo ejemplo: Una ciudad de Cataluña que en español se llama Gerona, en catalán es Girona. El español es un idioma que hablan más de seiscientos millones de personas mientras que el catalán lo hablan unos ocho millones) la denominan Girona. Pues estoy harto de oír y leeren las cadenas de televisión y periódicos españoles, cómo al referirse a Gerona, no solo no usan la palabra en español, sino que, además, pronuncian en catalán: “Yirona” o “LLirona”. Es tan incorrecto como el que refiriéndose a Nueva York dijera Niu York, el que refiriéndose a Londres dijera London, o al referirse a la ginebra dijera yinebra o llinebra.
Como antes digo, esto es solo un ejemplo, pero podría estar escribiendo sin parar de las incorrecciones que cada día se pueden leer y escuchar. Gracias a Dios, nuestra lengua sigue en expansión -y continuará- porque lejos de nuestras fronteras goza de buena salud. Pero hay que dar a cada cual lo suyo y la política no debería hacer imposiciones tan lastimosas y desagradables. ¿Se puede entender que los catalanes quieran desterrar el español de su región y -además- el resto de los españoles hagamos perder fuelle a nuestra lengua con el empleo constante de catalanismos, anglicismos y otras miserias?
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