Los propios adelantos logrados en los tiempos actuales nos han precipitado en una multiplicación de las circunstancias a tener en cuenta para cualquier actuación. La riqueza potencial en cuanto a posibilidades ambientales es un hecho. Como contrapartida, esa misma diversidad nos acentúa las exigencias para tomar decisiones, entre tantas opciones hemos de elegir y eso supone otros tantos rechazos. No son suficientes los comentarios ni las teorías, una persona se ve obligada a POSICIONARSE, aunque esa actitud vaya a ser pasiva. Implica una inseguridad con múltiples secuelas, que uno afrontará con naturalidad, miedo, coraje, ilusión o pesimismo.
Como consecuencia lógica dadas nuestras condiciones previas, ni todo va a ser bueno ni los empeoramientos serán los únicos protagonistas. Son notorias las enormes ventajas obtenidas, salud, comunicaciones, técnicas aplicadas, entre otras. Aunque la secuencia de los procedimientos adolece de frustraciones de largo alcance, algunas irreversibles. Esa bipolaridad muestra de manera simultánea ambas versiones en un guirigay de compleja comprensión. La DESORIENTACIÓN nos aturde, dificulta el entendimiento debido, sobre todo porque ni tiempo nos queda para detenernos en los detalles. Comienza a perfilarse así la sensación de haber dejado en el desván alguna perspectiva decisiva.
Salvo raras excepciones, las personas nos habituamos a unos comportamientos determinados en la adaptación a las circunstancias encontradas. No obstante, en el transcurso del tiempo se modifican gran cantidad de los elementos circundantes. En ese contraste de tendencias, la evolución COSTUMBRISTA favorece el anquilosamiento al adherirse a sus contenidos previos. Las bondades de esos hábitos exigen costosos esfuerzos para su mantenimiento porque las motivaciones varían y las conductas viciadas se escudan en las normas antiguas. El futuro de esta cerrazón no presagia panoramas atrayentes, su proyección va encaminada a la paulatina obstrucción de sus alientos.
La complejidad existencial pone las cosas difíciles, cuando se acumulan las insatisfacciones tropezamos de nuevo con el enorme número de factores influyentes en cada situación. La inseguridad de no disponer de una solución concluyente es un agobio tremendo, porque asoman a la vez las posibilidades y los riesgos en una proyección DECISORIA inevitable, aunque cabe la opción de mantenerse inactivos por pasividad o por considerarla la mejor opción. Pronto percibimos el detalle de nuestras limitaciones, de su parcialidad, siempre sobrepasados por el conjunto imposible de alcanzar en su totalidad. El acierto no depende solamente del control del mayor número de elementos intervinientes.
Quizá es en esos momentos cruciales cuando percibimos la importancia de otros criterios para encauzar las maneras de afrontar la vida. A la hora de armonizar el bagaje como humanos, el equilibrio de las discordancias resulta primordial y la CADENCIA de los movimientos es un criterio decisivo. Podemos valernos del símil del oboe para pensar en esos nuevos criterios renovadores: EL OBOE SUGERENTE El oboe estremecido Pone empeño En conducirnos Por las sendas Del sonido Evoca Lenguajes soñadores, Quizá olvidados, Desconocidos O desdeñados Su voz tenue Es una invitación Al ensueño creador En vibrante recorrido Por veredas fascinantes Andamos escasos, Sobrecargados De ilusiones mustias, Abrumados Por acosos fieros. Anhelamos Nuevos lenguajes. Necesitamos Reforzar andamiajes, Conformados Para sublimes viajes.
No resulta tarea baladí el sondeo de cuales son los ANHELOS verdaderos que circulan por los adentros de cada ser humano. Aún en la gente acostumbrada a pensar quizá se trate de una labor nunca terminada; en los menos reflexivos no pasarán de constituir una incógnita permanente. Sin embargo, representan un motivo radical para la investigación permanente, puesto que desde su conocimiento iniciarán su camino las distintas actitudes vitales. Si no les prestamos atención, será lógica la disgregación total de aquello que venimos en denominar convivencia; incluso sin ese examen perderá su sentido la vida de una persona considerada por separado. Ese punto de partida es elemental.
Después se manifiesta la imperiosa necesidad de recabar la colaboración de cualquier recurso disponible, partiendo del conocimiento de las deficiencias, para asumir las mejores cualidades sin cejar en el empeño. Solemos olvidar uno de los recursos de primera mano, el de la colaboración de los diferentes posicionamientos; al contrario, somos proclives a la confrontación. Optamos por esa INCOHERENCIA en demasiadas ocasiones.
Desde el símil musical comprobamos la posibilidad de orientaciones renovadoras, quizá desconocidas por el momento, pero accesibles como respuestas a los esfuerzos creativos. Esa condición de APERTURA es una de las condiciones mágicas en esta vida, apreciable de primera mano en cualquiera de las esferas de las actividades emprendidas, tanto individuales como colectivas.
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