No todas las “soledades” al final del camino son iguales.
La “soledad serena”, lleva consigo calma, ilusión, satisfacción. La “soledad lacrimosa”, arrastra abandono familiar, de amigos, de compañeros. La “soledad justiciera”, llena de egos, egoísmos y prepotencia desaparecidos. La “soledad vacía”, retrata, en silencio, el fracaso personal y familiar. La “soledad muda”, lectura del libro que recorre la vida y sus fracasos, sin hablar.
Es verdad que la “soledad” acompaña al ser humano, pero cuando la VIDA crece y las ilusiones se abren, la soledad apacigua su penumbra abriendo las ventanas de los ideales y preparando los enseres para caminar.
Si los proyectos han sido monólogos, se convierten en “soledad lacrimosa”, sin nadie con quien compartir las andanzas del día a día. Compartir ideas es aceptar que la individualidad siempre se queda “corta”. Cuando el camino hace agua, la riada arrastrará aquello que no está unido. Recordaremos, entonces, que “el hombre” nunca debe ser “yo”, sino “nosotros, vosotros y ellos”.
La vejez ronda sin música bajo el balcón de la alcoba, susurros de recuerdos tras sus cortinas. La vejez llora por la ceguera presente, signo de fracasos pasados. La vejez y su soledad, simplemente son mojones de la vida llenos de historia.
Cada lágrima que con la edad impide una mirada limpia, retrata sentimientos intransferibles de algo que no volverá. Quisiera abrazar “aquellas soledades” sin lágrimas, sin suspiros, sin esperanza Quisiera hablarles y, sentados, sin prisas, dibujar,juntos, el horizonte.
Los ochenta son la puerta de la primera página de muchos libros de historia… El pasado, simplemente, será la portada.
DIOS, para los creyentes, hablará sin reproches para apaciguar el sueño… DIOS, para los agnósticos, por si acaso, esperará en la puerta… quizás se abra.
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