Era lógico que cualquier avezado parlamentario recelara de la oportunidad de celebrar un debate entre el presidente del gobierno y el jefe de la oposición en el Senado, donde la rigidez del Reglamento y la repercusión mediática eran elementos que teóricamente favorecían al presidente y aún más en las actuales circunstancias por las que atraviesa España en su doble escenario nacional e internacional.
Craso error, porque su resultado no ha podido ser más favorable para Núñez Feijóo. Pedro Sánchez ha demostrado que su capacidad de destruir todo lo que toca es proporcional a su ego sin límites. Su lenguaje corporal y verbal evidenciaban todos sus flancos débiles, así como su actual estado de ansiedad e impotencia para hacer frente a la crisis económica, social e internacional más grave que vive nuestro país desde 1978.
No vale la pena entretenerse en un análisis pormenorizado de los rifirrafes dialécticos, de las palabras o frases cruzadas o de las nerviosas sonrisas con las que Sánchez manifestaba su incomodidad a lo largo del debate. Menos aún en las impertinentes y estratégicas llamadas al orden delpresidente de la Cámaraal orador Feijóo para que finalizara su intervención, demostrando su incapacidad para facilitar y ordenar un debate parlamentario de este nivel.
Lo verdaderamente relevante era ver como el presidente de gobierno se mutaba en el jefe de la oposición y por el contrario éste engrandecía su figura hasta actuar como el auténtico presidente. Las graves e inconsistentes acusaciones de insolvencia y mala fe dirigidas a NúñezFeijóo han actuado como un boomerang contra Sánchez, además de romper con una regla de oro entre el campeón y el aspirante de un combate, donde es este el obligado a atacar y asestar los golpes más certeros para derribar al oponente.
Es inaudito que el jefe de la oposición (nunca mejor dicho) acuda a un debate sobre ahorro energético pertrechado con un proyecto de medidas para discutirlas con el gobierno y su presidente las ignore y responda solo con ataques personales injustos e inconsistentes. Ante el preocupante panorama que se cierne sobre los españoles y la propia Unión Europea, es imprescindible que todos los poderes del Estado, sin exclusión, estén a la altura de las circunstancias.
Todos los poderes, incluida la Jefatura del Estado, están obligados a propiciar el diálogo, el entendimiento, y el consenso a fin de intercambiar puntos de vista y proponer soluciones. Actuar con prepotencia, despreciar al adversario y afrentar a quien representa a millones de ciudadanos, como ha hecho el presidente Sánchez en este debate, es añadir un grado más de autodestrucción a su liderazgo y de debilidad en el gobierno de la nación.
Un solo gesto de acercamiento, de generosidad, de aproximacióncon el líder de la oposiciónhubiera sido lo adecuado, en estas dramáticas circunstancias, para ofrecer un álito de esperanza a tantas familias españolas agobiadas por la cesta de la compra, las subidas de los carburantes, los recibos de la luz, el gas o las hipotecas y alquileres de sus viviendas. Lamentablemente este debate ha sido otra ocasión perdida.
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