El Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria es el organismo multilateral más grande que existe para la lucha contra estas pandemias. Financiado principalmente a través de las donaciones de los gobiernos del mundo, proporciona el 30% de toda la inversión internacional para programas de VIH, el 76% para tuberculosis y el 63% para malaria. Los próximo 18 y 19 de septiembre, bajo el auspicio del Gobierno de los Estados Unidos, celebrará su 7ª Conferencia de Reposición de Fondos, en la que los donantes anunciarán sus compromisos con el organismo para los próximos tres años.
Tras el impacto de la COVID-19 y ante la preocupante situación de las tres enfermedades a nivel global, el Fondo Mundial ha realizado una petición de 18.000 millones de dólares; 4.000 millones más de lo que pidió y consiguió en la anterior ronda de financiación, en 2019. Según el propio organismo, alcanzando ese objetivo se podrán salvar 20 millones de vidas, reducir un 64% la mortalidad por estas enfermedades y evitar 450 millones de infecciones, así como reforzar los sistemas de salud de los países y la preparación frente a estas y otras pandemias.
En este contexto, las organizaciones Salud por Derecho, Médicos Sin Fronteras y la Coordinadora Estatal de Sida (CESIDA) han enviado una carta al Gobierno de España para pedirle un incremento en la aportación al Fondo Mundial que contemple las nuevas necesidades del organismo y alcance, al menos, 180 millones de euros para los próximos tres años.
España ha sido un donante histórico del Fondo Mundial. Sin embargo, desde 2011 dejó de realizar aportaciones, hasta la anterior conferencia de Reposición de Fondos, en 2019, en la que anunció una aportación de 100 millones de euros. “La vuelta al Fondo Mundial fue una apuesta del propio Gobierno y una gran noticia. Ahora, ante la crisis actual, España debe estar a la altura y, de nuevo, poner a nuestro país al nivel que le corresponde en la lucha contra estas pandemias y en materia de salud global”, asegura Vanessa López, directora de Salud por Derecho.
El fin de las pandemias, en peligro
La irrupción de la COVID-19, unido a las crisis humanitarias y climáticas de los últimos tiempos, están generando nuevas necesidades que invisibilizan y menguan la respuesta a otras emergencias sanitarias, como las pandemias de sida, tuberculosis y malaria. En 2021, el Fondo Mundial, por primera vez en su historia, publicó un informe de resultados negativos, tras observar graves descensos en sus programas de diagnóstico, prevención y tratamiento de las tres enfermedades.
Como señalan las organizaciones en la carta, en VIH, por ejemplo, hubo un descenso del 22% en las pruebas de detección respecto a 2019 y una reducción en un 11% en los servicios de prevención, especialmente para las poblaciones más vulnerables. Caso similar se da con la tuberculosis: en 2020, por primera vez en más de diez años, aumentó el número de muertes —1,5 millones de personas a nivel global— y se redujo el número de personas en tratamiento: un 18% para la tuberculosis normal; un 19% para la tuberculosis resistente a los medicamentos y un 37% para la forma extremadamente resistente. Igualmente, el número de personas diagnosticadas descendió un 18%. Las muertes estimadas vinculadas a la malaria en todo el mundo aumentaron un 12% con respecto a 2019, hasta aproximadamente 627.000: se calcula que cada minuto muere un niño a causa de esta enfermedad.
“Nuestros equipos en todo el mundo han observado signos preocupantes de retroceso en la lucha contra las tres enfermedades, agravados por la crisis de la COVID-19 y las dificultades económicas”, alerta Raquel González, responsable de Relaciones Institucionales de Médicos Sin Fronteras (MSF). “Somos testigos de la pérdida de parte de lo ganado. Estamos peor en varios frentes. Cuando los países se enfrentan a una financiación insuficiente de sus programas médicos tienen que hacer recortes. En última instancia, son los pacientes los que se llevan la peor parte de los déficits de financiación”.
En los últimos años, los equipos de MSF han visto cómo se reducen los programas de VIH para mujeres embarazadas y sus bebés nonatos y los dirigidos a grupos vulnerables. También han sido testigo de la disminución de la calidad de la atención o la omisión de elementos esenciales, como las pruebas para determinar el nivel de virus en la sangre, los medicamentos para tratar a las personas con infecciones oportunistas y complicaciones relacionadas con el sida, y la atención pediátrica adaptada a la tuberculosis.
Un aumento drástico en la financiación
El Fondo Mundial ha sido fundamental para mitigar el impacto de la Covid-19 y salvar miles de vidas. Además de haber invertido más de 4.000 millones de dólares en la respuesta a la pandemia, los años de experiencia e inversiones para el fortalecimiento de los sistemas sanitarios en los países más afectados por las pandemias han generado estructuras y recursos —laboratorios, sistemas de vigilancia de enfermedades, redes comunitarias, trabajadores de la salud capacitados o cadenas de suministro— que han sido fundamentales en los últimos años.
Aunque que la mayor parte de los países han comenzado a recuperarse de los estragos de la COVID-19, la lucha contra las tres enfermedades infecciosas más graves que conocemos se ha estancado. Por ejemplo, en 2021, los recursos internacionales disponibles para el VIH fueron un 6% inferiores a los de 2010. “Solo a través de un aumento drástico de la financiación el mundo podrá volver al camino hacia el fin de estas pandemias como problema de salud pública en 2030, como marcan los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas”, recuerda Reyes Velayos, presidenta de CESIDA.
Por todo ello, y ante la inmediatez de la próxima Conferencia de Reposición, las organizaciones firmantes piden al Gobierno que confirme que España anunciará una aportación de 180 millones de euros. “Consideramos que esta cifra es acorde a las necesidades y objetivos establecidos por el Fondo Mundial para el trienio 2023-2025 y al peso de España respecto del conjunto de la comunidad de países europeos donantes del Fondo Mundial, y que reflejaría nuestra trayectoria de contribución creciente, acercándonos al nivel de los países de nuestro entorno”, concluye la carta.
Hace meses que países Estados Unidos, con 6.000 millones, adelantó el anuncio de su contribución al Fondo Mundial. Hace unas semanas Japón también anunció un aumento de aproximadamente el 30% respecto a 2019, alcanzando una aportación de más de mil millones de euros. Esta mañana Alemania ha aumentado su contribución hasta los 1.300 millones, un 30% más que en la anterior ronda de financiación.
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