A lo largo de nuestra vida sufrimos hechos y situaciones que nos marcan para siempre. Especialmente aquellas que te suceden cuando aun no has alcanzado la plena madurez. A medida que van transcurriendo los años, el ser humano se va endureciendo y se superan con más entereza los acontecimientos negativos de la vida. Personalmente tuve la desgracia de ver como un fulminante ataque al corazón se cobraba la vida de mi padre. Por entonces yo tenía veintidós años. Nos encontrábamos solos y cuando pudimos hacernos con un médico había transcurrido media hora y mi padre había fallecido a los cincuenta y ocho años. Esta escena ha vuelto a aparecer en mi memoria leyendo una buena noticia que ha llegado a mí poder a través de las redes. Según comunica el Colegio de Enfermería de Málaga, una de sus asociadas, matrona del Hospital Materno Infantil, ha salvado la vida de un vecino, que había sufrido un grave episodio coronario, practicándole las medidas de reanimación durante más de media hora, consiguiéndole mantener con vida hasta la llegada de una ambulancia medicalizada, que consiguió la estabilización total. El enfermo ya está en su domicilio totalmente recuperado. He recordado aquél momento en que, si hubiera tenido medios o conocimiento suficiente, habría salvado la vida de mi padre. Las nuevas generaciones están mejor preparadas para afrontar estos temas. Los profesionales de la medicina, las fuerzas de seguridad, los responsables de atención a grupos de gente, etc., están suficientemente formados para realizar las maniobras de rehabilitación y a utilizar los desfibriladores que se encuentran ubicados en centros oficiales, establecimientos y distintas asociaciones.
Enhorabuena a la enfermera que, por cierto, se trata de una hija mía, nieta de aquel hombre que en el año 1967 murió prematuramente por no contar con la ayuda precisa. “Casualidades” del destino. Carmen Montes Lluch protagoniza hoy mi buena noticia.
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