Mantener hoy, ante los avances de la ciencia y los descubrimientos sobre la evolución del primate que ha llegado a ser el homo sapiens sapiens, el mito, cuento o leyenda del Paraíso terrenal es a todas luces insostenible, por mucho que haya algunos que se empeñen en ello. Cada vez son más los descubrimientos que demuestran que los que habitamos hoy la Tierra procedemos de unos primates que, con el devenir del tiempo, nos convertimos en lo que hoy somos. Los paleoantropólogos y los paleobiólogos se devanan los sesos intentando fijar la fecha en la que el simio paso a ser homo. No nos vamos a enredar en discusiones de ese tipo porque no son de nuestra especialidad, lo que si podemos afirmar, la Ciencia nos respalda, es que hubo un momento en el que ese cambio evolutivo se produjo, por lo que no es dable negar, sería anticientífico, que procedemos de los primates. Es una evidencia palpable y un axioma que, como tal, no precisa de demostración. Por ello me asombro y me quedo estupefacto cuando veo que algunos simios promocionados, los humanos no somos nada más que eso, se ensoberbecen, envanecen y consideran más que el resto de los primates desarrollados que poblamos el resto del planeta. Ciertamente es digno de admiración que, con la capacidad de pensar e inquirir nuestra procedencia, haya personas que se consideren todopoderosas e intocables. Todos somos falibles, todos somos finitos en el tiempo. Hay un dicho que reza: “Nacer, es morir”. No hay quien escape a ese cierto destino. Hemos salido del mismo barro. Somos un compuesto de agua, en un porcentaje muy alto, entre el 60 y el 75% y el resto minerales disueltos en la misma, (se pueden consultar en Internet), sabiamente combinados por un Creador, con la insuflación de un hálito que nos da la vida. La prueba de lo poco que somos nos la da la incineración de un cadáver. Una vez reducido a cenizas, estas pueden alcanzar un volumen de 3 a 3,5 litros, o sea, una nadería, con lo que se confirma que somos polvo y en polvo nos convertiremos. El relato de la Biblia de que el hombre fue hecho de barro, lo podemos dar por cierto, pues, al fin y al cabo eso es lo que somos, polvo y agua. Por ello me anonado y me quedo estupefacto cuando contemplo a esos simios evolucionados que se consideran más que los otros de su misma especie, a los que avasallan, oprimen y subyugan. Ciertamente es condición humana la soberbia del hombre, el “seréis como dioses” se ha hecho patente en todos los momentos de la Historia. Nos falta sentido común para saber y entender que nadie es más que los demás, que todos nacemos para morir y que la sepultura nos iguala. Otro dicho dice: “para morir solo hace falta estar vivo, los muertos no mueren”. Es una verdad incontrovertible. No somos autosuficientes. Somos erróneos y finitos, aunque nos creamos dioses sempiternos. Reconocer esto nos daría una pátina de humildad que haría la vida más feliz y tolerable a todos.
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