Este empeño vano, absurdo, desfasado y provocador de insistir en sacar a relucir una vez y otra la guerra civil de 1939, como medida para atacar a una derecha supuestamente “peligrosa”, “golpista”, “extremista” y “revolucionaria” por parte de aquellos partidos que se sienten lacerados, humillados, rencorosos y, en definitiva, temerosos de que pudieran surgir de nuevo quienes recobraran el espíritu de aquellos tiempos, que incitaron a algunos españoles a levantarse en armas sobre un régimen, ciertamente legítimo, pero que daba muestras evidentes de una descomposición interna, de una absoluta falta de autoridad, de ser incapaz de detener la violencia que se había extendido por toda la nación española y que, incluso desde fechas anteriores a la proclamación de la II República, 14 abril 1931, no pasaba día que no se produjera algún episodio lamentable como asesinatos, huelgas violentas, coacciones, quema de iglesias y episodios de carácter levantisco, especialmente por parte de los catalanes y sus dirigentes Francisco Maciá y Companys que sin miramiento alguno intentaron aprovechar la debilidad del gobierno de la república para proclamar la independencia de la “nación catalana”.
Empeño reiterativo, imprudente y poco inteligente del que se está abusando como medida de propaganda para satisfacer las ansias revanchistas que se suponía que habían quedado superadas tras la llamada reconciliación nacional, que ya se llevó a cabo mediante la redacción de una nueva constitución votada por una gran mayoría del pueblo español y posteriormente por la ley de amnistía de Suarez de 1977. Resulta incomprensible que, a estas alturas de la historia de España, hayan tenido que improvisar, estas izquierdas con las que nos toca torear, una ley de memoria histórica en la cual no se ha tenido en cuenta para nada lo que sucedió de verdad antes, durante y finalizada la guerra civil española. No contentos con ello y con las ofensas que se han venido haciendo a una clase en la que todavía se encuentran encuadrados millones de españoles que, sin embargo, no se han manifestado, no protestan, no argumentan y no salen a las calles para protestar contra aquellos que han convertido en “deporte nacional” el despotricar contra quienes ganaron por las armas y en clara inferioridad de condiciones, una guerra que la República, si hubiera estado dirigida por políticos inteligentes, nunca hubiera podido perder.
Las semilla de este empecinamiento de las izquierdas la encontramos en la aparición en nuestra nación de los neocomunistas bolivarianos que, de la mano de un provocador universitario, como fue Pablo Iglesias, consiguió movilizar a los universitarios primero y a media España después, en unas elecciones en las que los candidatos comunistas supieron tocar la fibra sensible de un pueblo que no aceptaba que hubiera millones de parados sin que, aparentemente, los partidos de la derecha supieran como remediar la situación. Era preciso resucitar el pasado y hacerlo volviendo a hablar de Franco y del periodo en el que estuvo actuando como dictador. Nada de lo que hizo, según sus detractores, estuvo bien, ni los múltiples pantanos que ordenó construir, eso sí, la represión que sus enemigos le achacaron haber realizado al finalizar la contienda, se ha venido agrandando, magnificando y convirtiendo en una leyenda negra, que nadie ha intentado desmentir.
Lo curioso del caso es que, no existe quien hable de los crímenes de los vándalos de los sindicatos socialistas que ejercían su poder absoluto, sobre vidas y haciendas, durante los meses de la república y, con doble furia, una vez iniciada la guerra. Se acuerdan de unas redimidas cinco rosas pero nadie recuerda las checas, que se implantaron en Madrid, Valencia y Barcelona, en las que se cometieron toda clase de crueldades, asesinatos, torturas. De los asesinatos indiscriminados cometidos en las llamadas “sacas” de las cárceles madrileñas perpetrados en Paracuellos de Jarama, de las que nos hubiera podido contar mucho el “amnistiado” señor Santiago Carrillo, uno de los que tuvo una intervención destacada en ellos. Dos varas de medir, una para las derechas y otra para las izquierdas ¿buenos, malos?, ¿criminales, justicieros? Vayan ustedes a saber.
Pero la muerte no fue suficiente para que la venganza de aquellos que perdieron la guerra se calmara. Ha sido preciso desenterrar a los muertos, humillarlos, atacar ferozmente a sus familias, denigrar sus nombres y, para más INRI, desposeerlos de sus títulos, expropiarlos y vejar a cualquiera que hubiera estado relacionado con el antiguo régimen. ¡Cuidado! No vayamos a tocar a aquellos que fueron hijos o parientes cercanos de los “fascistas” del general Franco o de los Requetés, pero que ahora, en gran cantidad, forman parte de partidos de izquierdas, de estos que ahora reniegan de sus padres y no quieren que se sepa que pertenecieron a familias franquistas.
Ahora toca otro atropello más. Hay que desenterrar de su última morada al laureado general Gonzalo Queipo de Llano y a don Francisco Bohórquez. Una orden escrita del señor Fernando Martínez López, secretario de Estado de la “Memoria Democrática”,al Hermano Mayor de la Hermandad de La Macarena, para que proceda "a la mayor brevedad" a dar cumplimiento con la Ley de Memoria Democrática, y lleve a cabo la exhumación y posterior traslado de los restos de Gonzalo Queipo de Llano y Sierra y de Francisco Bohórquez Vecina. ¿Había peligro de que el difunto general saliera de su tumba para arengar las huestes franquistas, en una rebelión de zombis falangistas? No parece probable. Sin embargo, hay unas elecciones a la vuelta de la esquina que hay que ganar a costa de lo que fuere. El señor Sánchez lo sabe y no va a dejar títere con cabeza para intentar conseguirlo, otra cosa es que lo logre. También sabe perfectamente que el rencor es algo innato en muchos ciudadanos que se regocijan con estos actos de crueldad, de salvajismo intelectual, de la más deleznable práctica de mal nacidos; y se aprovecha de ello.
Pero todos estos procedimientos, estas maldades ruines, el desafiar las leyes de la moral, la decencia y la honorabilidad, tiene su otro lado, su contraste que es capaz de movilizar a aquellos que, durante años, no se han atrevido a pronunciarse, pese a que lo hubieran hecho de buena gana si hubieran estado más motivados o si estuvieran viendo que su vida, sus propiedades, sus hijos y demás parientes, pueden encontrarse ante una situación en la que su modus vivendi, su seguridad y su futuro peligraran gravemente. Sin duda alguna, señores, estamos llegando bajo este gobierno filo-comunista que dirige nuestra nación, a un punto extremo en el que ya no va a bastar con esperar que llegue un caudillo, que sea capaz de liberarnos de la opresión a la que estamos sometidos, sino que vamos a tener que utilizar nuestros recursos democráticos, aprovechando la ocasión que nos van a brindar los comicios, que ya tenemos a las puertas, el primero en mayo para las elecciones municipales y el segundo el de las legislativas para el 2023; para darle la vuelta a la tortilla política, desbancando en las urnas a toda esta serie de advenedizos que pretenden hundir a nuestra nación mediante sus procedimientos, basados en el más puro método soviético que, como es evidente y la historia nos lo viene confirmando, no conduce a otro lugar que a la miseria y la quiebra social.
O así es como, señores, desde la óptica de un mero ciudadano de a pie, no nos queda otro remedio que seguir denunciando cada una de las triquiñuelas de las que pretenden servirse estos señores que están al frente del gobierno de la nación para, de alguna manera, procurar que la verdad histórica no quede superada por ninguna ley que no esté avalada por los hechos tal y como se produjeron y no como se escribieron, por quienes se olvidaron de la verdad para favorecer causas indignas.
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