De tanto circular por las trochas se deterioran las suelas de los zapatos, los neumáticos se desperdigan a fuerza de rodar y las mentalidades también se desgastan derrochando su actividad. Es una ley escrita en el tiempo, asesorada por el entusiasta dinamismo de la vida. Los comportamientos rutinarios domestican la energía vitalista hasta transformarla en un reconcomio degradante. El acostumbramiento nos va cargando de abundantes residuos, unos aún valiosos por el momento y otros sin utilidad que son una rémora. Cuando predomina el LASTRE, la tarea habitual tropieza con notables dificultades, acrecentadas por la confusión; los numerosos materiales acumulados impiden la nitidez valorativa de los actuantes.
Eso de eliminar el lastre es fácil de decir, pero de una enorme complejidad en la práctica. Aún contando con un buen nivel de inteligencia, los pormenores de cada conocimiento nunca se perciben al completo, son excesivas las circunstancias influyentes. La DETECCIÓN de los bagajes útiles frente a los inservibles es una tarea ardua; por eso suelen acomodarse los individuos y los colectivos, dejando aparcados esos contenidos deteriorados, sin pensar en los efectos derivados de su mera acumulación. Los rasgos esenciales se difuminan entre la creciente maraña de contenidos heterogéneos, estos apenas se aprecian; como consecuencia, pasan a planos secundarios, dejan de considerarse fundamentales.
El sistema nos abruma, eso es cierto; a fuerza de estímulos nos transforma en seguidores irreflexivos de sus consignas. Nos urgen con prisas inusitadas, hemos de adaptarnos a sus demandas si no queremos excluirnos. El individuo particular no se libra de su responsabilidad, acude al refugio comodón donde el esfuerzo de pensar y el peso de las decisiones no son requeridos. El lamento posterior ya llega tarde, cuando ese sujeto se encuentra DESUBICADO, arrastrado por unas maniobras aceleradas sometidas a diseños y controles ajenos; ni arrestos ni tiempo le quedan para contrarrestar esa debacle personal. Aquello de la fuente interior vitalista, una vez postergada, cuesta el reencuentro con sus propiedades.
En esos interiores profundos, la fuente no se ha secado. Sin embargo, el acercamiento a sus efluvios influyentes, digamos el redescubrimiento de su presencia, quizá logre estimularnos para la recuperación de la entidad personal; haciéndonos pensar también en las actitudes requeridas para evitar la pasividad encubridora y suicida tan en boga. La evidencia demuestra que de una manera subrepticia echamos de menos ese núcleo radical. Lo podemos reflejar así:
EL MANANTIAL
Si prescindimos de los grafismos
Convención… …plantas
Criterios… …Animales
Cultura… …Personas
Oficios… …Emociones
Sabios… …Necios
Significados… …Sufrimientos
Contrariedades… …Arte
Dejamos aparcados los significados Y frenamos las elucubraciones
BROTA
El sentimiento PRISTINO Intransferible Innegociable e Insustituible.
Alejados de las trifulcas ambientales, tratando de silenciar las elucubraciones adheridas a múltiples componendas, quizá establezcamos algún contacto con esa batería íntima de los impulsos personales. ¿Qué habremos llegado a percibir? Habrá de todo, los fondos están constituidos por raigambres innumerables, que además son percibidas de manera peculiar por sus portadores.
Estamos ante ese PÁLPITO irrenunciable, sin el cual es imposible tratar de sumas o entendimientos. El protagonismo vital auténtico desaparece si renunciamos a esa fuente de la potencia interior. Los obstáculos externos naturales se agravan también por las estrategias comunitarias establecidas sin ninguna justificación.
Si hemos vuelto a beber de ese manantial, no vayamos a equivocarnos en las previsiones, entramos de lleno en las controversias de las intrincadas circunstancias vitales, cambiantes, en ocasiones mal conocidas y con frecuencia contrapuestas. La tranquilidad sin aspavientos ni turbulencias no se corresponde con los ámbitos por donde circulamos. Se trata de una recuperación elemental, la de esa DIGNIDAD propia de participar sin ser arrastrado, la de posicionarnos en sintonía con el resto de componentes comunitarios. Por lo tanto, no se trata de soluciones drásticas, sino de recuperar las buenas maneras del caminante con garbo; en esas andanzas hacia el horizonte que nadie puede suplantar.
En lo alto permanece la capacidad decisoria personal. Uno es capaz de asumir o renunciar a la consideración de los matices condicionantes. Los bagajes de cada individuo difieren y la delicadeza de sus decisiones es notoria. En cuanto a las VALORACIONES, están sujetas a conexiones infinitas difíciles de precisar por el mismo protagonista involucrado en la aventura de la experiencia radical.
Es poco útil eso de teorizar sobre este manantial de la vitalidad burbujeante, pero todavía sin manipulaciones. Si pretendemos adentrarnos en su significado, hemos de disponernos a BEBER su ofrecimiento refrescante.
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