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¡Que vienen los chinos!

Todos los indicios nos hacen vaticinar que la invasión de nuestro país por parte del pueblo chino seguirá en aumento
Manuel Montes Cleries
lunes, 7 de noviembre de 2022, 09:41 h (CET)

A lo largo de la pasada semana nos han estado anunciando la posible caída de los restos de un cohete espacial chino sobre alguna zona de España. De hecho estuvo amenazado el tráfico durante unas horas en el espacio aéreo hispano. La buena noticia, que hemos conocido posteriormente, es que esos restos cayeron en el Pacífico Sur hace un par de días.


Además del susto que nos han hecho pasar, nos queda la impresión de que los chinos se han soltado la coleta y han pasado de una invasión pacífica, en forma de tiendas “de chinos”, a una incursión, no tan ingenua, en la economía de los países europeos en forma de inversiones multimillonarias que se están haciendo con mercados de mucha importancia.

          

Los chinos son amables, obsequiosos, excelentes comerciantes, tenaces, trabajadores en grado sumo y muy formales en sus negocios. Parece ser que los que han venido a España provienen todos de una pequeña zona de la gran China. Menos mal. Cuando vengan de todo su territorio nos van a echar de España. Se apoyan económica y laboralmente entre ellos y se adaptan inmediatamente al lenguaje y las costumbres de nuestro país, envían a sus niños a nuestros colegios y hablan un hispano-chino desde el primer día.


Tiendas de chinos

      

Se han quedado con “el tinglado comercial” de inmediato. En España todo empezó con el “todo a cien” (que pasó al “todo a un euro” -la subida porcentual de precios más espectacular de los últimos años-) y continuó con unos “tiendones” que parecen sucursales del Corte Inglés. En mi barrio hay un par de ellas con más departamentos que tienen los almacenes Harrods londinenses.

      

En el lenguaje diario de los españoles, ya no se escucha “voy a la ferretería, al establecimiento de tejidos y confecciones, a la tienda de regalos, de muebles y complementos, incluso colmados o panaderías”. Se dice tan solo: voy al chino. Su horario es abierto mientras que haya clientes. Y siempre hay lo que buscas en el “último pasillo a la izquielda”.

      

Su otro brazo, los restaurantes económicos, se sigue manteniendo. No sé el porqué. Los veo bastante vacíos. Jamás he osado pisar sus umbrales, coger los palillos y comerme un “lollito de primavera”. Pero todo se andará. Ya mismo estarán haciendo espetos o cocinando hamburguesas. Se adaptan pronto.

      

¡Cómo cambian los tiempos y las costumbres! Los jóvenes han pasado de estudiar inglés y francés, a aprender ruso y chino (mandarín por supuesto). Por cierto, no olvidemos el árabe. Las pelas vienen de por allí.

     

Insisto. El que no nos caiga un meteorito o basura espacial en lo alto de la cocorota, es una buena noticia. Tenemos el espacio sideral con más desperdicios que la calle Larios después de una noche de feria. Me imagino que en el futuro deberemos andar con casco por las calles. Camine pero seguro.

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Censura. No la juzgo como una práctica muy denostada en estos días. Por el contrario, se me antoja que tiene más adeptos de los que, a priori, pudiéramos presumir. Como muestra de ello, hay un sector de usuarios que están abandonando cierta red social para migrar a otra más homogénea, y no con el fin de huir de la censura, sino por la ausencia o supresión de la misma en la primera de ellas.

Vivimos agazapados sobre los detalles mínimos a nuestro alcance y llegamos a convencernos de que esa es la auténtica realidad. Convencidos o resignados, estamos instalados en esta polémica de manera permanente; no aparece el tono resolutivo por ninguna parte. Aunque miremos las mismas cosas, cada quien ve cosas con matices diferentes y la disyuntiva permanece abierta.

El nombramiento de Teresa Ribera huele que apesta, aunque el Partido Popular y el Gobierno han escenificado perfectamente su falso enfrentamiento. Dicen en mi tierra que entre hienas no se muerden cuando no conviene o, si lo prefieren, entre bomberos no se pisan la manguera. El caso es que el Gobierno y sus socios ya celebran por todo lo alto ese inútil e inesperado nombramiento.

 
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