Infelices los que creímos que la democracia iba a conseguir que todos trabajáramos por el bien común, pero ha sido, al contrario, mucha democracia, pero aumentan las enemistades, los enfrentamientos, las banderías.
Se busca el poder por el poder. El país entero es presa del presidente que quiere eternizarse en el poder. Me temo que todo esto terminará mal, si Dios no lo remedia.
Sube sin parar el coste de la vida, del gas, del petróleo, se anuncian tiempos malos para los pobres, pero no para los que disfrutan del gobierno. En tiempos de Carlos V y Felipe II la mendicidad era crónica, creímos que en estos tiempos sería erradicada, pero las colas de pobres a las puertas de Cáritas nos dicen otra cosa.
Las medidas que toma el gobierno no resuelven la situación, sino que la agravan. No esperamos otro gobierno que cambie las cosas. Los partidos son más bien partidas de gente que quiere vivir del presupuesto
Con culpar a la guerra de Ucrania e invocar las consignas de Bruselas parece suficiente. Todo falso como la famosa agenda con su cambio climático, sus leyes favorables al aborto, la eutanasia o el cambio de sexo nos lleva sin remedio a la conclusión definitiva: no tendrás nada, pero serás feliz. Es como una novela de Orwell o de Huxley el pavoroso destino que nos espera. Pero los cristianos, que contamos con la ayuda de Dios, algo podremos hacer además de rezar.
Hay que volver la espalda a todos los partidos en liza, olvidarnos de ellos, no prestarles atención y ponernos a trabajar por un mundo mejor. Seguro que si nos ponemos a ello podemos lograrlo. Optar siempre por la justicia y la honradez, rechazar a los que quieren vivir sin trabajar. San Pablo advertía en su carta a los cristianos de Tesalónica que el que no trabaje que no coma.
Claro que para trabajar hay que formarse y no pasarse el día pendiente del móvil, hay que organizar una educación de calidad, una formación profesional útil para encontrar un trabajo útil. No es en los bares de alterne ni en las casas de apuestas donde puede una llegar a ser un honrado ciudadano. Hay que denunciar y combatir la pereza y la vagancia. Tampoco hay que confiar en los organismos internacionales. Si prestan dinero a una nación tendrá que devolverlo con intereses que tendremos que pagar todos los ciudadanos, excepto quizás los gobernantes.
Tampoco hay que fiarse de los grandes. Ni Estados Unidos ni Rusia nos van a resolver ningún problema. Tampoco China, aunque nos ofrezcan artículos baratos en los bajos de casa. Las Américas en manos del comunismo más indigno, poco podrá ayudarnos ni nosotros a ellos, por el momento.
El mundo entero está crisis de verdad, de honradez, de sentido común, dispuestos todos a sacar provecho de las dificultades ajenas vendiendo armas, cereales o gas a quienes lo necesitan. Vender no regalar, el Plan Marshall ya está olvidado.
Si no nos movemos y esperamos a que los gobernantes arreglen los problemas vamos dados. Un mundo mejor es posible si unimos esfuerzos y esperanzas.
|