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Creyente sin creer en Dios

Las contradicciones bíblicas refuerza aún más mí no creencia
José Enrique Centén
lunes, 22 de febrero de 2016, 08:36 h (CET)
Dios, Yahvé, Alá, nombres de un concepto extraño e incomprensible, los que creen en Él no lo pueden demostrar, y los ateos abogan por su inexistencia, ambas posturas son indemostrables, unos creen en algo intangible y otros niegan su existencia por no ser tangible. Tampoco el aire lo podemos tocar pero si notamos su presencia, entonces ¿es el aire Dios? , quién lleva razón. Por otro lado están los agnósticos, creyentes que no niegan la existencia de Dios por ser incapaces de comprender lo absoluto y lo sobrenatural por indemostrable, creen en algo superior, pero son escépticos religiosos.

Por último, donde me incluyo, los que creemos en la diosa Naturaleza y en lo que vemos o tocamos, el Sol, el agua, la Luna, elementos que en conjunción con el entorno tienen influencia y dan vida, como ocurre en el planeta Tierra donde habitamos.

No creo en Dios porque las tres religiones monoteístas, aunque una de ellas se la podría calificar de politeísta dada la gran cantidad de imágenes distintas que se encuentran en sus templos, y a las que veneran a veces más que al Dios que dicen creer, encomendándose para determinadas acciones concretas, costumbre más propia de religiones de la antigüedad.

Estas tres religiones tienen en común o respetan, el llamado “Libro”, en referencia al Antiguo Testamento, unos han añadido “Los Evangelios” y otros el “Corán” con aportaciones propias y más contradicciones. En el Antiguo Testamento definen a Dios como: Uno, y sólo Él es digno de nuestra adoración y devoción; el que ve todo el mal y esto lo enfada; es afable que incluiría Su bondad, benevolencia, misericordia y amor; es verdad; imparcial; omnipresente; omnisciente; absolutamente digno de confianza y fidedigno, (Deuteronomio 6.4, 32:4; Isaías 6:3; Hababuc 1:13; Éxodo 3:2, 22:27; Hebreos 12:29; Salmos 18:30, 106:26-27; 117:2, 139:1-5; 1ª de Samuel 15:29; Jeremías 23.23; Proverbios 5:21; Malaquías 3:6; Números 23:19). Entre las muchas contradicciones hagamos resaltar el inicio, 2:17, donde prohíbe comer a Adán del “árbol de la ciencia del bien y del mal”, expulsándolo del paraíso por su incumplimiento, entrando ya en contradicción con “Su bondad, benevolencia, misericordia y amor”. También en Éxodo 20: 2-17, en el punto 13 “no matarás”, transgredido con el beneplácito de Dios en el asalto a Jericó y pasando a cuchillo a todo ser viviente para conquistar Canaán tras el éxodo desde Egipto, Josué 6:21. Canaán era la puerta del Creciente Fértil, tierra codiciada por distintos pueblos anteriormente como en la actualidad.

Las contradicciones bíblicas refuerza aún más mí no creencia, creyendo solo en la Naturaleza incluso sabiendo que los humanos la están destruyendo, y buscar fórmulas para afrontarlo y remediar, pero nunca en nombre de un dios o religión verdadera con falsas promesas. Séneca (4 a.n.e – 65) dijo: “la religión es algo verdadero para los pobres, falso para sabios, y útil para dirigentes”, pensamiento de hace dos mil años sin los conocimientos actuales, lo que hace más incomprensible en la actualidad la creencia en un ser bíblico contradictorio.

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Inventamos a nuestros enemigos cuando procede, que suele ser casi siempre, tal vez porque ideamos asimismo todo lo referido a nuestras vidas. Ocurre ello a escala individual y subjetiva, pero también a escala colectiva, sea en el nivel familiar, grupal, tribal o político.

Dos rasgos peculiares han favorecido la gestión del comentario de hoy y su contenido. La relectura de un libro que mantengo entre mis preferidos y el acercamiento a la situación real de la presencia humana en el mundo. El libro es “El quinto día”, de Frank Schätzing; nos viene de perlas, para enlazar con una serie de consideraciones relacionadas con las andanzas de los seres vivos en mares y tierras, unas de lo más patentes y otras poco o nada conocidas.

Recuerdo aquellas noches, después de las sencillas cenas de un colegio religioso, cuando salíamos a los patios del Colegio, en realidad las partes traseras del edificio. No olvidaré los paseos en grupo, rodeando a alguno de nuestros profesores. Se hicieron famosos los que presidía un sencillo sacerdote venido de Japón.

 
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