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Apelar a la mitología clásica como fuente de metáforas, alegorías o simbolismos es siempre una opción razonable para arrojar luz sobre el caos que nos asedia, al que solemos denominar “mundo”. Por poner un ejemplo, la noción de “hilo de Ariadna”, que a Teseo le sirvió para ahondar en el laberinto y poder abandonarlo tras matar al Minotauro, sugiere una analogía aplicable a diversas escalas.
La cultura del diálogo y la fraternidad entre los representantes de las diferentes religiones nunca será un hecho, es un desafío utópico, ya que las diferencias entre ellas son abismales. Las armas y la violencia son la vida de alguna que otra religión.
Los monjes trapenses eligieron como lema de su Orden «Memento mori»: recuerda que morirás. Pero podemos reflexionar sobre la muerte desde el punto de vista de la experiencia vital, que nos sirve para vivir bien; o bien desde la esperanza de salvación, que nos sirve para vivir felices con esa perspectiva de que pasaremos a una situación mejor.
No exagero ni un ápice. Mientras desayuno veo aparecer el sol por encima del azul de las aguas. Se produce en mí una sensación de paz y de amor por la naturaleza que me perdura a lo largo de todo el día. Algo así deben de sentir todos los habitantes de las costas del Mare Nostrum. Desde Grecia hasta Gibraltar todos vemos aparecer el sol por encima de las olas o de la mar calma.
Elisabeth Kübler-Ross estuvo a la cabecera de la cama de muchos niños moribundos después de accidentes familiares, donde algunos morían en el acto y otros eran llevados a diferentes hospitales. Los niños no conocían ni cuántos ni quiénes de la familia ya habían muerto a consecuencia del accidente, y señala: “Para mí era fascinante, por ello, comprobar que conocían siempre muy exactamente si alguien había muerto y quién era”.
En nuestra sociedad pluricultural estamos asistiendo a una avalancha inmigratoria y junto al hecho multirracial, indudablemente positivo, nos encontramos con problemas importantes, como la diversidad religiosa que connota elementos a veces discordantes con nuestro modo de ser.
El conocimiento propio, sin ser la única fuente de paz, puede desempeñar un papel esencial: somos imagen de Dios, llevamos una chispa divina en nuestro interior, y la autoconciencia es una comprensión de amor que abarca emociones, pensamientos, valores, creencias y comportamientos. Cuando sabemos vivir desde nuestra interioridad, ni siquiera las desgracias nos pueden quitar la paz interior.
Elisabeth Kubler-Ross, gran experta en humanidad en el tema del dolor y la muerte, que acompañó en los momentos de morir a más de 20.000 personas, se preocupó por esos enfermos: “a lo largo de mi vida he soñado en un futuro en el que la medicina verá las personas en su conjunto y tendrá cuidado de todas sus necesidades”.
Como sabemos, la visión cristiana y otras religiones tienen también un aprendizaje más allá de la muerte, pero aquí quería subrayar que la teoría de la reencarnación no es un escapar, al menos de modo total, hacia un más allá sin responsabilidad, sin bien ni mal, sino que tiene el 'karma', encadenamiento de causas y efectos, según los actos realizados las consecuencias serán positivas o nefastas.
La quema de ejemplares del Corán en Suecia ha generado un profundo malestar y manifestaciones en los países islámicos. Ante esta realidad, el Gobierno y las autoridades suecas no saben qué hacer. Están atados de manos a la distorsionada «libertad de expresión» que reina en el país nórdico. La libertad de expresión está consagrada en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Nunca me imaginé esto. Pero sé que esto y más… sucede en el mundo. Hace varios días me encontraba sentado en la acera donde vivo y vean lo que sucedió. Pasaron los predicadores de la religión mormona y educadamente me solicitaron si los podía atender. Les respondí, con todo gusto, espérenme solo tomo mis bastones de deambular. Está bien, respondieron. Abrí la puerta de hierro y salí.
Desde los más remotos orígenes conocidos de este universo, que acoge a todo ser vivo o inerte, la mente humana se ha hecho las mismas preguntas: ¿Qué soy?, ¿quiénes son?, ¿dónde está el origen?, ¿dioses o casualidades?, ¿por qué un final?... La vida, para un ser racional, está invadida de interrogantes; éstas motivaran el progreso, la humildad y el respeto a todo ser con vida.
La mayoría no creemos hasta que sentimos miedo o queremos pedir algo que nadie puede solucionar porque es cuestión del azar o el destino. Yo siempre he dicho que debemos creer en algo, en lo que crea cada cual es su problema, pues soy de la opinión de que no existe una religión verdadera, a pesar de que todos piensen que la suya es la única que tiene derecho a existir y los demás estamos equivocados.
Este dicho nos ha acompañado a los españoles desde chiquititos. Con él nos querían incrustar nuestros mayores que actuásemos siempre según viésemos como lo hacían los que se encontraban en nuestro entorno. Que nunca nos destacásemos ni nos señalásemos por nada, que nos acoplásemos y procediésemos según hacían los demás.
Algunas Administraciones han izado la enseña LGTBI desoyendo al Tribunal Supremo. Alegan que no cuelgan banderas sino lonas arcoíris en los balcones. Picaresca medieval para pasar por encima del bien y del mal, pero con prácticas propias de “talibanes” para que nadie se atreva a atacar su ideología, sus formas de actuar y su incumplimiento al veto del Tribunal Supremo.
El hombre camina siempre con el interrogante responsable de su propio misterio. La participación como miembro libre en la aventura, “¿programada?”, del gran misterio que es la “universalidad de la vida”; comienza con la captación de los primeros signos diferenciales a partir del nacimiento: el gusto, el tacto, bienestar y rechazo.
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