Tenemos que saber distinguir perfectamente las dos principales motivaciones que hacen llegar a un país esa riada de foráneos. Se trata de los que vienen por diversión y los que vienen buscando un trabajo que les permita disfrutar de una vida mejor. En nuestro país y en aquellos otros que basan su economía en el mundo del turismo, sabemos distinguir claramente las motivaciones que propician la llegada de nuestros visitantes. Todo se basa en que vengan con dinero para gastar o necesidad del mismo para sobrevivir. Un ejemplo palpable de esta situación se está produciendo en estos días. Se trata del inicio de la celebración del campeonato de futbol en Qatar. Una vez culminado el proceso de edificación de las instalaciones necesarias para dicho evento (de una forma excesiva a mi entender), se ha trocado la presencia de miles de visitantes, “importados” para los trabajos de edificación de los estadios, por otros tantos miles de aficionados al futbol que han invadido el pequeño estado del golfo Pérsico. Unos vinieron a trabajar y otros a divertirse. Al parecer, los obreros procedentes de países relativamente cercanos: India, Pakistán, Nepal, Bangladesh o Sry Lanka, han vivido y realizado sus tareas en unas condiciones deplorables. Se habla de más de 6.500 fallecidos. Por cierto, estimo que buena parte de la culpa de esta situación la deben asumir los países de los que proceden, empeñados en carreras armamentísticas, luchas intestinas y grandes diferencias entre las clases dirigentes y los menos favorecidos. Países con grandes posibilidades de desarrollo agrícola, industrial, turístico o comercial. Ahora han tomado el relevo miles de turistas deportivos procedentes de las clases más privilegiadas de todos los países del mundo. Lo hacen con la mano en la nariz y refunfuñando. La hipocresía les hace protestar de la situación de los derechos humanos en Qatar y del trato vejatorio que han sufrido los obreros. Todo ello desde los hoteles de gran lujo, del aire acondicionado de las calles y los estadios y pendientes del pastón que se reparten entre cadenas de televisión, directivos y demás gente del futbol. “Poderoso caballero es don dinero”, y más si se trata de petrodólares. Todos conocemos ya ese paraíso artificial creado en medio del desierto, por el que corre más petróleo que agua. Desde el que unas cuantas familias han domesticado al resto del mundo a base de billetes. Aquellos que denunciamos su filosofía de vida no dudamos en facilitarles todas las posibilidades de que inviertan en nuestros países y que se queden con nuestros mejores bienes: industrias, hoteles, urbanizaciones, tesoros artísticos y hasta equipos de futbol. En Málaga, y salvando las tremendas distancias, estamos viviendo una situación parecida. Por una parte tenemos la llegada de millones de turistas cada año a nuestra ciudad en aviones o en esos maravillosos trasatlánticos que atracan cada mañana en nuestro puerto. Simultáneamente, en mucha menor cuantía, nos llegan esos otros visitantes que llegan en pateras, como polizones del “melillero” o en los bajos de los camiones. Uno de estos últimos me proporciona la “buena noticia” de hoy. Se trata de Ablaye Mboup, uno de tantos africanos que cruzaron el Sahara en busca de una vida mejor en el paraíso que significa Europa, para unos seres humanos que habitan en lugares en los que es un milagro el poder sobrevivir. Senegal, su país de origen le ofreció pocas posibilidades de subsistir a él y a su familia. Llegó a Málaga y aquí ha estado malviviendo los últimos años, vendiendo ropa en la playa o trabajando de camarero cuando podía. Su familia quedó en su país esperanzada en una mejora económica que nunca llegó. Ablaye sufre una enfermedad crónica desde hace diez años. Esta se ha visto agravada en los últimos tiempos hasta encontrarse en la fase terminal. Nuestro buen senegalés sabe que le queda poca vida. Por eso ha pedido que le acompañara uno de sus hijos en esta situación. Un hombre bueno, un excelente enfermero del hospital comarcal de la Costa del Sol –Pablo Guardado- se hizo cargo de la situación y ha movido Roma con Santiago para conseguir traer a su hijo mayor para que le acompañara en estos momentos. Una buena noticia y la demostración inequívoca de la dureza de la vida de esos otros “visitantes” que acuden a nuestro país en busca de “el dorado”. Este logro solo llega a unos pocos. Mientras, en sus países de origen, persisten las circunstancias propias de los tiempos coloniales: de explotación, de riqueza de unos pocos, de inversiones en armas, de culto a los dirigentes y parafernalia en general. El resto de los países seguiremos viviendo la mentira del “panem et circenses”. La diferencia entre el “moro” y el magnate musulmán. Pero algo se ha conseguido: el protagonista de nuestra buena noticia de hoy, Ablaye Mboup, tiene ya a su lado a su hijo. Ya no se encontrará nunca más solo.
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