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Leyes y grandes leyes

Una ley llega para trastocar algo que en teoría no está bien. Y eso es justo
Nieves Fernández
miércoles, 30 de noviembre de 2022, 09:49 h (CET)

Desde el antiguo y primer conjunto de leyes como fue en la antigua Mesopotamia el Código de Hammurabi de 1692 a. de C. se han ido sucediendo leyes que, nos gusten o no, han ido modificando nuestra forma de vida. Así, la historia de la humanidad se ha apoyado en ellas, desde lo que se entiende que se aprobaban o aceptaban para mejorar la existencia de la mayoría de los seres humanos.


Han pasado miles de años y los países se han llenado de códigos, estatutos, constituciones, órdenes, decretos y decretazos, que a modo de preparados y menos expertos pregoneros han ido repartiendo sus preceptos por todos sitios, muchas veces sin saber qué era eso del derecho y del deber del ser humano para una buena convivencia.


Una ley llega para trastocar algo que en teoría no está bien. Y eso es justo. Leyes hay a las que se les pone nombres negativos como la llamada ley “mordaza”, pero que el pueblo opina con el humor que le caracteriza, muy libremente, cuando solo le queda el pataleo y la bautiza a su intuición y mejor o peor modo.


Hay leyes del esoterismo muy ocultas, las famosas siete leyes del Mentalismo, de la Correspondencia, de la Vibración, de la Causa-Efecto, de la Polaridad, del Ritmo y de la Generación, estas nos son desconocidas, como lo son otras para la mayoría de los ciudadanos. La ley de Dios también nos va siendo ya desconocida a pesar de haberse repartido por el planeta a través de la Biblia.


Una nueva Ley se abre paso en España, la de las Familias, los políticos la anuncian pero no la sueltan aún por temor a que no guste demasiado, o por el contrario,que guste mucho. Es posible que los críticos ciudadanos no la acepten, hay veces que sin ser de tu misma ideología te puedes beneficiar de muchas leyes, o al contrario, puede haber numerosas órdenes que te fastidien realmente como si fueras un penado y por ley de partido debes apoyar sus crueles códigos.


Otra nueva ley, la del “bienestar animal” se abre paso a la polémica, y otra, ¡será por leyes!, la ley “Trans”. En el primer caso, ¿qué sabremos nosotros lo mejor que les viene a las “pobres palomas” que se hacen dueñas de nuestras casas para arruinarnos con escombro e inmundicia nuestros viejos bienes heredados de nuestros antepasados, los que sudaron por conseguirlos, respetando las leyes posibles que en ese tiempo había por parte de autoridades que ordenaban y prohibían.


Las palomas de hace 50 años acudían a las casas a dormir a los palomares, eran aves sanas, hoy son ratas de estercolero que acuden a ensuciar y a destrozarlo todo, desde el más humilde espacio hasta las obras de arte más preciadas en arquitectura. Claro que eso ya lo hacen también los humanos hasta en los Museos, y no sabemos si las leyes están preparadas para el castigo o al menos para la evitación de esas malas artes.


Las leyes, Dios nos libre de ellas cuando no están a nuestro favor o son injustas.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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