Tanto hidalgo ¿para qué? ¿para qué envolverse en la bandera de Andalucía la derecha conservadora y nostálgica? ¿qué puede estar fraguándose detrás de ese espejo cóncavo de la política con lluvia de banderazos? ¿Qué embriagadores subterfugios al olor de tomillo y romero desprenden? Algo huele a chamusquina, a todo un montaje de colorido quinteriano-político, a buen sainete con música de fondo de dudoso pentagrama patriotero, montando un decorado de cortinajes confusos, con objetivos que sólo ellos conocen y con el que recomponen su trágica figura.
Y no lo digo por A. Rojas Marcos, aunque podría quedar como el Padre Bartolomé de la Casas, que empezó de revolucionario y termino de obispo. Todo pueden ser sorpresas en un país de conversos, siempre dispuesto a provocar el llanto folclórico del corazón de los andaluces; frente a aquéllos que un día apostamos por la pertenencia propia y de todos de unos derechos que hasta esas fechas eran considerados de exclusiva propiedad caciquil, de caballo y escopeta, de una burguesía agraria, ama y señora de la ya desfigurada realidad del pueblo andaluz, que se asentaba en la explotación del hombre por el hombre.
Aunque me cataloguen de antiguo y nostálgico, a modo de regeneración voluntaria, sin ahogadoras estadísticas alienadoras que procuren un relajamiento, hay que aprender del Don Juan de Mairena, del veterano poeta Antonio Machado. Y del contemporáneo Miguel de Cervantes, en tener muy en cuenta ese diálogo de Don Quijote con su fiel escudero Sancho Panza.
La libertad que define en El Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre, por la libertad, así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venirles a los hombres”.
En el correr de los años, aunque no siempre con idénticos criterios, procurando la transparencia y sin mirar atrás con ira; el respeto ha sido la norma, hacia el sentido común del buen estilo de Alejandro Rojas Marcos, verdadero luchador por una causa, les recomiendo la lectura de La muerte de Virgilio de Hermann Broch. crítica que desmantela la obediencia cómplice e irracional de las masas al poder, la compulsiva violencia guerrerista del Imperio, y el providencialismo histórico y cultural instaurado por éste, con terror. La muerte de Virgilio reflexiona sobre la postura subalterna de los intelectuales ante esa realidad.
Sin entrar en matizaciones a un lado o al otro, la edición de este libro de José Luis Villar es necesaria para testificar no sin cierta dosis de subjetividad, esta etapa histórica del siglo XX, donde la figura y personalidad política de Alejandro Rojas Marcos deja claro su protagonismo en el siglo XX en Andalucía y España, deja patente su afán, en una apuesta de difícil logro en una región agraria y con un desafortunado nivel cultural, pegado a la tierra, excepto una minoría de su clase burguesa, sin el suficiente peso específico para un pueblo que se empeñe en lograr su desarrollo; Indalecio Prieto insistía que los voluntarismos en política sin una seria apuesta cultural tienden al fracaso.
El revuelo orquestado por una derecha nostálgica, con un pasado reciente incapaz de tocar el piano de la democracia con sinfonía centro europea, es difícil de digerir. Y el fingimiento de estilo democrático, es difícil de creer. Esta a pesar de que en la actualidad se presente abrazada a la bandera con fervor democrático fingido, está ahí, en la calle, en sus discursos y sus planteamientos, con la sombra de El Franco “Caudillo de España por la gracia de dios”. Posiblemente en esos días Dios estaba enfermo y el diablo aprovecha la ocasión que se le presenta allá en el cielo.
La memoria histórica, su ética y la estética social no deben permitir ese juego de trileros y que se apropien de la bandera de Andalucía aquellos que representan a LOS HEREDEROS directos de aquélla larga y terrible noche de piedra de carniceros de cualquier síntoma de humanismo y libertad. Creo que este posible artilugio revestido de democracia, más que ninguna otra cosa, desvirtúe y perjudique al pueblo andaluz, al que nunca han defendido.
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