Hacer una llamada a la serenidad, al sentido común y a la honestidad intelectual de los dirigentes políticos actuales, resulta obligado en estos difíciles momentos por los que estamos atravesando la sociedad española y especialmente ante el reto de poder pronunciarnos libre y democráticamente en las próximas elecciones municipales y autonómicas.
No ha podido ser más desafortunado el lamentable inicio de la precampaña electoral con el disparatado rifirrafe entre el Gobierno y la oposición a raíz de una iniciativa que ha presentado el representante de VOX en la Junta de Castilla y León, en su calidad de Vicepresidente. Si hay un debate con el que no se debe frivolizar electoralmente, por las connotaciones morales, sociales e incluso políticas que conlleva, ese es el del aborto y en el que tanto la mujer como el nasciturus se merecen un exquisito cuidado y respeto.
A la torpeza con la que el gobierno de la Junta de Castilla y León ha gestionado este asunto hay que sumar la disparatada reacción del gobierno sanchista, anunciando una posible “intervención” del gobierno autonómico y amenazando, además, con todos los males del averno por atentar contra un “supuesto” derecho de la mujer al aborto discutible y discutido hoy al más alto nivel jurídico y moral. Lo preocupante es que a nadie se le escapa que este nuevo Tribunal Constitucional de corte “progresista” resolverá sin temblarle el pulso, el recurso que la mayoría “conservadora”, tibia y pusilánime, les dejó en bandeja para regocijo de todos los proabortistas.
Dejo sentado que soy un ferviente partidario de la cultura de la vida frente a la cultura de la muerte que hoy se nos quiere imponer desde esta nueva izquierda neomarxista. que ha cambiado la lucha de clases por la lucha de sexos, por el enfrentamientos de razas y pueblos y un rechazo a la realidad y a la verdad, para mutarla por un sentimiento capaz de modificar hasta el orden natural de las cosas. El problema es que se está instaurando la dictadura de lo políticamente correcto incluso en los partidos de corte demócrata liberal, antaño defensores del humanismo cristiano y donde se llegaba a considerar como un verso suelto a quien osaba manifestarse a favor de políticas claramente contrarias a esos principios, como ocurría con el aborto.
Hoy se han invertido los términos y casi te conviertes en una persona incómoda si te declaras partidario del derecho a la vida o a la maternidad frente al aborto, si defiendes el matrimonio tradicional entre hombre y mujer o si consideras que la familia no debe desnaturalizarse con creaciones artificiosas derivadas de la ideológía de género.
Decía Santo Tomás Moro, Patrono de los gobernantes y políticos, que “es preciso que obréis de manera tal que si no podéis hacer todo el bien que deseáis, logren vuestros esfuerzos por lo menos quitar fuerza al mal”. Creo que hoy no cabe más que esforzarse en eso aunque te tachen de políticamente incorrecto.
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