El descubrimiento de las Malvinas
Acerca del descubrimiento, como sucede con otras tierras, se sostienen diferentes versiones sobre quién tuvo el privilegio de ser el primero en las Islas Malvinas. Un aspecto muy importante es el asentamiento de expedicionarios. En concreto, una expedición española de 1540, organizada y financiada por Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo católico de Plasencia, fue colocada al mando de Francisco de la Ribera, con el objetivo de llegar a las Molucas, vía el Estrecho de Magallanes. Se ha establecido que un navío de esta expedición, luego de quedar a la deriva, recaló en tierras de las Islas Malvinas en 1540. Sus tripulantes desembarcaron y vivieron allí por espacio de 9 meses, hasta que pudieron recomponerlo y retornar a España.
En el diario de viaje de este navío quedó asentado que estas islas a las que habían arribado eran las que estaban detalladas en la Carta Universal de Diego de Ribero –cosmógrafo portugués al servicio de la Corona española–, elaborada unos diez años antes. Parte de la bibliografía sobre el descubrimiento de las islas asume que Ribero participó como cartógrafo en la expedición de Hernando de Magallanes que partió de la Península Ibérica en 1520.
De acuerdo con las bulas papales de 1493, “España no necesitaba descubrir las islas para tener soberanía sobre ellas pleno derecho, cualquiera fuese el descubridor”.Las Malvinas estaban dentro de la jurisdicción española, pero de todas maneras el primer avistamiento correspondió a Esteban Gómez, que luego de desertar de la flota de Magallanes en 1520, negándose a entrar al tempestuoso estrecho, regresó a España dando referencias de las islas, lo que permitió incorporarlas en algunas cartografías españolas.
El británico John Davis, un capitán acusado por deserción, integrante de la flota de Cavendish – de a que se separó en 1591 luego de un intento frustrado para entrar al Estrecho de Magallanes – informó al almirantazgo de la existencia de las islas, según afirmó: “nunca descubiertas anteriormente” – lógicamente, por los ingleses, ubicadas a “cincuenta leguas del Estrecho”.
El pirata Richard Hawkins también aseguró haberlas visto; pero ambas aseveraciones no incidieron, por imprecisas, como para que la cartografía inglesa registrara la existencia de las Islas Malvinas. No obstante, los posteriores reclamos británicos acerca de sus supuestos derechos soberanos sobre las islas se apoyaban en las referencias de Davis y Hawkins.
El holandés Sebald de Weert – capitán de la Geelof, nave que integró la expedición de Jacobo Mahu – cuando regresaba a su país, en 1600, avistó las Malvinas y recorrió parte de sus costas, situándolas correctamente, lo que indujo a algunos cartógrafos a denominarlas islas Sebaldines. Casi un siglo después, el contrabandista inglés John Strong, arrasado por una tempestad, arribó a las Malvinas con su barco Welfare y navegó el canal que las separa, denominándolo Falkland Sound, en honor a quien financió su viaje, lord Falkland. Efectuó algunas exploraciones y apuntó que en las islas no existían nativos y tampoco árboles; fue a raíz de este viaje que la cartografía británica las denominó Falkland.
La historia de los franceses en las Malvinas
“Malvinas: nuestro legado francés”, es el libro de la autora Gisela Martínez Casado, quien ha realizado personalmente una investigación sobre la presencia francesa en las Islas Malvinas. El nombre Malvinas, con el que las islas fueron bautizadas en español, es de origen francés y se remonta a la llegada de los franceses a las islas, en 1764. El nombre proviene de la ciudad de Saint-Malo (Bretaña - Francia), cuyos habitantes son los “malouins” o “malouines”.
Paul François Groussac, francés radicado en la República Argentina, publicó en 1910 una obra titulada “Les Iles Malouines: nouvel exposé d’un vieux litige, avec une carte de l’archipel” (“Las Islas Malvinas: nueva exposición de una vieja disputa, con un mapa del archipiélago”).
La expedición de Luis Antonio Bouganville
En cuanto a la ocupación, hay documentos que establecen que fueron los franceses los primeros en enviar una expedición con el fin de construir un asentamiento permanente. El propósito de controlar el acceso al Pacífico, evidenciado por las potencias europeas, se materializa con un emplazamiento francés, en 1764.
«Luis Antonio de Bougainville, nacido en París en 1729, diplomático y marino destacado, logró convencer al Duque de Choiseul, Ministro de Guerra y Marina de Luis XV, para realizar la colonización de las Malvinas.», tal como consta en el libro “Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, ante el conflicto con Gran Bretaña” de Laurio Destéfani.
Esta expedición, integrada por la fragata «L’Aigle» y la corbeta «Le Sphinx», zarpó del puerto de Saint-Malo, al norte de Francia, el 8 de septiembre de 1763 y arribó a las Malvinas el 31 de enero del año siguiente.
La expedición colonizadora de Bouganville denominó a la bahía donde desembarcaron como Baye Accaron y allí se asentaron en lo que denominaron Port Saint Louis, en honor a su monarca. Los ingleses llamaron posteriormente a esa misma bahía Berkeley Sound y los españoles Bahía de la Anunciación.
A comienzos de marzo construyeron un fuerte y otras edificaciones que constituyeron los asentamientos de la población francesa inaugurada el 5 de abril, donde habitaron 29 colonos. Casi un año más tarde de la ocupación y fundación francesa, el 15 de enero de 1765, una expedición constituida por los navíos «Dolphin», «Tamar» y «Florida», provenientes de Inglaterra al mando del Comodoro de Marina John Byron, desembarcaron en la isla Malvina occidental, denominando a su lugar de desembarco como Port Edgmont, en honor al Primer Lord del Almirantazgo y Segundo Conde de Edgmont, tomando posesión bajo el nombre de Falkland Islands, al margen de la presencia que les antecedía de los franceses en la isla vecina.
Posteriormente, el Reino de España reclamó ante Francia por la ocupación de las «Iles Malouines”. Su nombre se encuentra relacionado a los marinos, exploradores y comerciantes del puerto francés de Saint-Malo, que ya desde fines del siglo XVII zarpaban de allí para llevar a cabo expediciones de comercio, descubrimiento y colonización, en la zona que abarcaba desde el Cabo San Antonio (en la actual provincia de Río Negro) hacia el oeste, los Estrechos de Magallanes y Le Maire, y las islas del Pacífico no ocupadas por otra potencia europea.
Luis XV reconoció en los foros internacionales el derecho español y las islas fueron devueltas, aunque se solicitó una indemnización para Bougainville, quien había solventado con fondos propios la construcción de sus dos buques y gran parte de las tres expediciones.
En la concepción política de Francia de la época, era preferible que las islas Malouines fueran reconocidas a la soberanía de España, y no que los ingleses establecieran una colonia en esas latitudes y lograran el dominio o proyección, desde allí, a otras tierras del Pacífico y del Índico. España asumió el control de Saint Louis y lo luego lo llamó Puerto Soledad.
Por Real Cédula del 4 de octubre de 1766, Puerto Soledad pasó a depender de la Capitanía General de Buenos Aires, designándose como Gobernador a Felipe Ruiz Puente.Los franceses legaron una gran cantidad de documentos fundacionales y mapas muy detallados que describen las «Iles Malouines», la mayoría de ellos pertenecientes al siglo XVIII.
En el Museo Mitre –ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires– y gracias al accionar del Gobernador argentino de las Malvinas Luis Vernet, se encuentra la placa original colocada en el mástil principal de la fortaleza de Saint Louis, con los nombres de los fundadores y otras ilustraciones, testimonio indiscutible de la temprana colonización francesa, anterior a la invasión inglesa.
Bougainville continuó con su vida aventurera, dio la vuelta al mundo, reclamó la isla de Tahití para Francia. Las experiencias de esta circunvalación las volcó en un libro donde describe las maravillas que vio, incluido el “paraíso polinesio”. Participó en la guerra de independencia norteamericana. Fue arrestado en tiempos de terror y estuvo a pocas horas de subir al cadalso. Napoleón lo nombró senador y fue encargado de juzgar el desempeño de sus colegas después de la derrota en Trafalgar. Murió en 1811. Su corazón está enterrado en Montmartre, mientras que su cuerpo descansa en el Panteón de París entre las glorias de Francia.
Referencias “Malvinas: nuestro legado francés”, Gisela Martínez Casado “Patagonia: leyenda y realidad”, Roberto Hosne. Ministerio de Defensa de Argentina
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