A punto de cumplirse el primer aniversario del inicio de la guerra en Ucrania, Educo publica el informe La educación en emergencias que protege. El caso de los niños y niñas de Ucrania, que pone el foco en algo tan obvio como olvidado: la educación. El documento explica cómo esta se ha convertido en un derecho perdido, a pesar de ser clave para el desarrollo humano; para que los niños y niñas puedan fortalecer su capacidad de resiliencia ante el horror que viven a diario.
“La educación se erige como el mejor salvavidas, porque es un espacio que les aparta de la terrible realidad que están viviendo, los protege y les da cobijo. Por eso en Educo no nos cansamos de repetir que la educación es un derecho y ha de ser urgente”, explica Pilar Orenes, directora general de Educo.
Precisamente, esa urgencia la certifican las muchas voces de niños, niñas y profesoras con las que Educo ha podido conversar. Para Oxana, una niña ucraniana de 13 años, la educación es refugio: “Quiero decir a los países que la educación es ahora mi única tabla de salvación. Creo que me hundiría si no pudiese ir al colegio”. Para Iryna de Jerson, 11 años, oportunidades: “Yo quiero seguir estudiando. Tengo muchos sueños, quiero ser médico, veterinaria, científica…”. Otros, van más allá y reconocen la educación como esperanza colectiva: “Yo me tomo más en serio que nunca la escuela porque sé que ahora lo que yo estudie es importante para mi país y nuestro futuro” Iryna, de Ivano-Frankivsk, 13 años.
Desde que comenzase la guerra, más de tres millones de niños, niñas y adolescentes han huido del país y se han convertido en refugiados, y 1,2 millones (de un total de 7,5) han tenido que desplazarse internamente. Se calcula que al menos 450 han fallecido y 827 han resultado heridos. Hay denuncias de secuestros, violaciones y tomas como rehenes, por no hablar de cientos de desaparecidos. Pero la educación se ha visto igualmente mermada. Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), la escolarización se ha interrumpido para los 5,7 millones de niños, niñas y adolescentes en edad escolar obligatoria (de los 6 a los 15 años).
Hasta la fecha -según el Ministerio de Educación y Ciencias de Ucrania- 2.638 escuelas han sido dañadas y 437 totalmente destruidas, el 21% del total. De las que quedan en pie, solo el 56% cuentan con búnkeres, requisito indispensable para poder abrir. Además, en el curso 22-23, el 50% se abrieron solo de forma virtual y el 25% con estilo híbrido (online y presencial), pero cuesta seguir las clases porque hay fallos constantes en internet. El profesorado y el alumnado hablan de material no adaptado y escaso, espacios inadecuados para el estudio, aulas abarrotadas y falta de maestros y maestras. Todo ello en un contexto en el que la necesidad de apoyo psicológico se vuelve prioritaria.
“Llevo 30 años siendo profesora y nunca me había enfrentado a una situación así. Hemos recibido algún apoyo psicológico puntual, pero en mi día a día me encuentro con niños y niñas con traumas a quienes no siempre puedo dar respuesta y es muy frustrante”, reconoce Dariya, profesora de Historia en Leópolis.
La crisis mejor financiada
La guerra de Ucrania, en el centro de la atención de la comunidad internacional, es la crisis mejor financiada de los últimos cinco años. Si bien es cierto que la educación sigue siendo un área no priorizada, como en la mayoría de las emergencias, en Ucrania los fondos destinados al sector educativo han cubierto el llamamiento de la ONU, con un desembolso de 73,1 millones de dólares. A pesar de ello, el Cluster de Educación en Ucrania, alerta de que las necesidades educativas siguen creciendo a medida que la guerra avanza.
A nivel regional, en países vecinos como Polonia, Moldavia o Rumanía, la respuesta se ha quedado lejos de la ayuda requerida por la ONU con 90,1 millones de dólares, lo que supone el 56% del llamamiento. Eso deja a los países fronterizos con Ucrania con menos recursos para responder a la importante llegada de niños, niñas y adolescentes refugiados.
“Conviene recordar que los niños y niñas rara vez tienen una segunda oportunidad en la educación. Cuando se pierde esa oportunidad por culpa de una crisis, no supone solo una pérdida para el individuo, sino para toda la sociedad, lo que dificultará que pueda recuperarse de dicho evento. Es vital tomarse la financiación para educación en serio”, enfatiza Orenes.
Fondos de España para educación
Según datos de Naciones Unidas, en 2022, España se ha comprometido con la crisis de Ucrania a donar 39 millones de dólares, siendo el principal destino de la ayuda humanitaria española ese año. De estos millones, ya se han desembolsado 15,6, y al menos 2,5 se han destinado a educación, lo que supone un 17% del total desembolsado, muy por encima del 10% que reclama la Campaña Mundial por la Educación de la que Educo forma parte. “Reconocemos el esfuerzo de España en Ucrania; demuestra que cuando hay voluntad política se pueden destinar recursos a educación. Ojalá pasara lo mismo con otras crisis de larga duración como Siria, hoy impactada por el terremoto, Yemen o Afganistán”, apunta Orenes.
Además, puesto que España todavía debe desembolsar la mitad de los fondos comprometidos (hasta llegar a los 39 millones) que aún no están asignados a ningún sector, su contribución en educación podría incrementar. Eso tendría un impacto muy positivo en la vida de miles de niñas y niños ucranianos. “Urge que España convierta sus anuncios en desembolsos efectivos y que haga un buen seguimiento para asegurar que llegan a los niños y niñas que más lo necesitan. No olvidemos que esta crisis no tiene visos de terminar y que la educación es la tabla de salvación para la infancia gravemente tocada por la guerra”, reclama la directora general de Educo. De los 163,2 millones de dólares destinados a educación en la crisis de Ucrania por parte de la comunidad internacional (sumando los 73,1 millones en el país, más 90,1 millones de euros en países vecinos), España ha aportado el 1,5%.
La respuesta de Educo a la crisis de Ucrania
Educo, como miembro de la Alianza ChildFund, ha atendido a 110.000 personas en Ucrania y Moldavia con proyectos de educación, además de distribuir bienes de primera necesidad y asegurar refugios seguros. Con especial atención a los niños, niñas y adolescentes más vulnerables, promueve clases de recuperación intensivas y de idiomas, apoyo y formación a docentes, suministro de material escolar, apoyo psicosocial de profesorado y alumnado y actividades recreativas. En Ucrania, hay que compensar el hecho de que el 21% de las escuelas están inhabilitadas y las dificultades para acceder a clases online. En Moldavia, la atención se centra en los recién llegados para que puedan seguir el curso en aulas muchas veces desbordadas.
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